El coronavirus aparecido en China –rebautizado COVID-19– es, antes que todo, un serio problema de salud global. A la vez, es también una amenaza para los mercados y el movimiento económico en todo el mundo. ¿Qué impactos puede tener en este sentido en el Perú? ¿A través de qué canales se espera el efecto? Son al menos cuatro las principales vías en las que el nuevo virus se puede manifestar en la economía local.
Uno. Como con cualquier susto, el efecto inmediato ha sido sobre el precio de los commodities. El petróleo, que el Perú importa, ha caído casi 20% desde enero, mientras que el oro, considerado un activo refugio, alcanzó su máxima cotización en siete años. El valor del cobre, la exportación nacional más importante, retrocedió 10% desde mediados de enero. De acuerdo con el banco de inversión Goldman Sachs, una caída prolongada de este nivel en el precio de los commodities podría significar 1,3 puntos porcentuales menos en el crecimiento del PBI del Perú en el 2020. Eso es más de la mitad de lo que logramos crecer en el 2019.
Dos. La reacción instantánea de los mercados financieros se percibe también en el tipo de cambio y la bolsa de valores. Mientras el primero escaló a S/3,41 por dólar, su nivel más alto desde finales del 2016, la segunda ha tenido también semanas difíciles. Otras monedas y plazas bursátiles de la región han sufrido lo mismo. El BCR puede intervenir pronto para estabilizar en algo el valor del sol y, eventualmente, apurar la reducción de su tasa de referencia si el panorama permanece sombrío.
Tres. En las últimas décadas, China se ha consolidado como la fábrica global. Eso hace más grave el impacto económico de un virus con epicentro en ese país. El frenazo forzado, además, se intensificó debido al momento en el que sonó la alarma: durante las celebraciones por el Año Nuevo Chino, que tenía a varias personas viajando. Así, entre cuarentenas, restricciones al movimiento y otras medidas de precaución, los días perdidos de trabajo en China hasta ahora habrían sido el equivalente a paralizar el trabajo en EE.UU. por dos meses.
El problema no es solo lo producido en China, sino lo producido en otros lados que necesita de algún componente producido en China. Desde artículos como celulares o automóviles hasta maquinaria industrial, es muy probable que alguna pieza dependa de una fábrica que hoy está cerrada u opera a media capacidad. Apple, Microsoft, Nintendo y otras ya han expresado problemas en sus líneas de producción. De acuerdo con Fortune, el 94% de las 1.000 compañías más grandes de EE.UU. tiene algún proveedor directo o indirecto en China. En el Perú, algunas empresas ya dependen del stock de bienes o de componentes que hayan podido acumular previo al COVID-19. Así, el impacto podría sentirse pronto en la disponibilidad de ciertos bienes importados y en su precio.
Cuatro. China es un jugador enorme en la economía global y nuestro principal socio comercial. Recibió casi el 30% de nuestras exportaciones durante el 2019 –más del doble que EE.UU.– y más de US$400 millones en envíos no tradicionales. También es fuente de capital para nuevas inversiones. Una disminución del ritmo al que crece China golpearía la demanda por productos peruanos en ese país y en otros en donde la economía se resienta a medida que el virus gane terreno.
Todavía es pronto para evaluar la magnitud real del impacto económico. Los estimados irán cambiando cada día. Lo que viene siendo cada vez más probable es que los infructuosos esfuerzos de contención del virus a nivel global cedan paso, más bien, a esfuerzos por lidiar con una pandemia de un patógeno que parece ser menos letal de lo que se temía al inicio. En este escenario, el mundo deberá acostumbrarse a convivir con el COVID-19 mientras busca una vacuna efectiva y los mercados vuelven, poco a poco y con esfuerzo, a la normalidad.