El ejemplo de los países desarrollados y la velocidad del cambio tecnológico hacen que hoy se insista en que nuestros países se orienten a innovar. Creemos que para aprovechar mejor esta tendencia (pues incluso el Gobierno dará estímulos fiscales para ello) debiéramos esforzarnos más en producir invenciones orientadas a aprovechar nuestras propias oportunidades.
Sabiendo que es necesario innovar no solo para crecer sino para sobrevivir, pensamos que se debe acotar claramente la frase “como se hace en los países desarrollados”, que viene siempre acompañando a esas ideas. Eso porque ella hace parecer indispensable actuar siguiendo la senda de esos países, atentando así contra el principio mismo de la innovación. Porque por definición, no es copiando a los otros que seremos innovadores.
Así, los ejemplos más comunes de cómo nos estamos retrasando en el progreso mundial se refieren al desarrollo de nanochips de altísima potencia, manipulaciones genéticas superespecializadas o finos modelos matemáticos para analizar el comportamiento de las bolsas del mundo. Con ello se nos estimula a entrar rápidamente a esos temas, para no quedarnos demasiado lejos del futuro.
Sin duda, es bueno intervenir en esa carrera por el desarrollo, pero sin dejar de analizar nuestra capacidad de ser actores importantes o no en rubros en que otros ya están muy avanzados. Conviene recordar que las innovaciones realmente exitosas no son las que siguen las tendencias, sino las que resuelven un problema real de una manera original, cuestionando las convenciones y métodos existentes. Y conviene, por ello, también preguntarse si apostar solamente por las tendencias internacionales es eficiente, cuando tenemos miles de problemas y oportunidades propios que aportarían directamente a nuestro desarrollo.
Sería, por ejemplo, muy bueno que nuestros investigadores universitarios en finanzas, que hoy estudian el comportamiento de las bolsas del mundo, desarrollen también modelos para el manejo de microcréditos agrarios. Así no solo harían un gran aporte al país, sino que tendrían el financiamiento de quienes necesitan esa herramienta. ¿Otro ejemplo? Tecnología para cultivar eficientemente las miles de hectáreas de andenes que produjeron riqueza antes y hoy están inexplotados. ¿Más? Modelos económicos y sociales para la convivencia de las actividades extractivas con las comunidades anexas, que hoy dificulta las inversiones que necesitamos. Y sería bueno que nuestros científicos desarrollen microchips de computación para competir con el Silicon Valley de California, pero sin descartar oportunidades más cercanas, como desarrollar técnicas para lograr los mejores chips exportables de papas nativas peruanas, de las que hablamos mucho pero hacemos poco. En cada disciplina hay oportunidades de ser únicos y relevantes, sin ser solo cabeza de ratón, pues son necesarias en muchos países similares.
En fin, ejemplos de innovaciones como vender chips del Valle del Mantaro a quienes hacen microchips en el Valle de Silicio quizá parezcan propuestas extrañas, irreverentes o ilógicas, pero no por ello deben ser descartadas, pues tal vez lo parecen porque creemos que la ciencia o el desarrollo deben siempre pasar por caminos ya trazados por otros. Piénselo de nuevo e innove.