(Foto: Andina)
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Fernando Cáceres Freyre

el 68% de la población cree que se debe cerrar el Congreso (Datum, 2018). Es decir, casi 7 de cada 10 peruanos consideran que el presidente Vizcarra debe forzar una cuestión de confianza, cerrar el Parlamento y llamar a nuevas elecciones congresales para el período que resta hasta el 2021. La pregunta es: ¿para qué? ¿No puede acaso ya hoy marcar la agenda del Congreso?

La principal fortaleza de Vizcarra es que todo indica que está limpio de corrupción y no tuvo siquiera que recibir aportes para una campaña electoral. Una situación tan extraña por estos días de Lava Jato y ‘Lava Juez’, que le ha permitido conseguir reformas en el Congreso aun sin tener bancada propia. Tan solo se puso delante de lo que la gente quería, y avanzó.

La nueva dirección de Fuerza Popular ya ha deslizado su intención de pasar de modo confrontación a modo reformista. Pero aún no está claro que vayan a tener espacio político y votos para abanderar tales reformas.

Ante todo, ese espacio depende de mantener una prudente distancia de Keiko Fujimori (con o sin prisión preventiva); pues ella ha dilapidado tanto su capital, que ya es percibida como la política más corrupta del país, superando a Alan García (Datum, 2018).

De otro lado, el partido tendría que democratizar sinceramente su manejo interno, si no quiere perder los votos de los provincianos. Un gesto se ha dado al nombrar como portavoces a Carlos Tubino y Juan Carlos del Águila, pero puede ser insuficiente si este grupo, de alrededor de 30 congresistas, ve que mantener la alianza es un escollo para lograr, por ejemplo, obras para sus regiones en la discusión de noviembre sobre la ley del presupuesto.

En el caso de las demás fuerzas congresales, tampoco se ve capacidad de marcar la agenda legislativa. La izquierda sigue enredada en su perorata de la nueva Constitución, PpK ha quedado bastante devaluado, el Apra parece más preocupado en que el siguiente juicio no sea contra Alan García, y así.

¿No tiene acaso Vizcarra ya un margen de maniobra suficientemente amplio frente al Congreso? Ni los presidentes que tuvieron una bancada propia importante, como Toledo y Humala, tuvieron ese nivel de influencia. Al punto que hoy Vizcarra puede decidir si va o no la bicameralidad, dependiendo si se retira del texto la distorsión a la cuestión de confianza. Algo que algunos congresistas están intentando ocurra, para reelegirse como senadores.

Así, lejos de cerrar el Congreso, en cuyo caso perdería buena parte de su aprobación, sin siquiera tener partido ni cuadros políticos propios para candidatear, Vizcarra podría –y debería– seguir posreferéndum con una siguiente ola de reformas claves. Seguridad ciudadana es la principal candidata. Y ojalá alguna reforma que permita incentivar el incremento del hoy improductivo tamaño de nuestras microempresas.