El discurso del primer ministro Pedro Cateriano en el Congreso para pedir el voto de investidura fue en exceso irrealista o azucaradamente optimista, como quiera mirarlo. Suena al irónico vals: “Traemos mil planes de todo tamaño, de todo calibre, de toda extensión. Gracias al rey mago, en estos seis años [cinco en estos tiempos], vuelta de campana dará la nación... Y las corvinas, sobre las olas, nadarán fritas con su limón”.
Con un crecimiento del PBI de 2,3% para el 2014, que será muy parecido para el 2015, cuando en todos los sectores se habla de desaceleración y algunos sueltan la palabra recesión, ostentar un alborozo hueco no molesta sino escarapela. Al igual que en regímenes pasados, no se acepta el mal manejo económico y al no hacerlo, pues, nada cambia. Como soltó un taxista al escucharlo: “Son promesas, nada más”.
El jefe del Gabinete no llegó al extremo del decir presidencial: “El crecimiento económico no soluciona los problemas del país” o su variante: “No es lo fundamental”. Sí, leyó algo ya mencionado por el presidente Humala: en el 2015 se construirán 449 puentes. Ojo son provisionales, pero un simple cálculo indica que –comenzando hoy– se deben hacer 1,8 puentes por día. Lo mismo ocurre con el citado guarismo de la Cepal que señala que hemos crecido cuatro veces más que el resto de países de América Latina.
Dicen que hay cierta aspereza entre Palacio de Gobierno y el primer ministro. No hemos escuchado un respaldo a Cateriano, aunque el verbo político agresivo del presidente algo ha disminuido. Para el jefe del Gabinete, el diálogo con las fuerzas políticas –intenso al inicio y excluyente al final (no se reunió con Humberto Lay ni con Dignidad y Democracia)– era obligatorio para obtener la confianza y no tanto un gesto político de buena voluntad.
Todos, incluido Cateriano, olvidaron prolijidad en el oscuro y espinoso tema de la DINI, que provocó la censura de Ana Jara. No sabemos, ni ciudadanos ni políticos, si la tal DINI funciona aún o cómo gastó su presupuesto, y las dudas crecen. El importante asunto del espionaje chileno realizado por manos peruanas pasó también por tibias aguas, sin tomar en cuenta que la Alianza del Pacífico se debilita y que el compás de espera desalienta a quienes invierten.
El narcotráfico y su derivado, la ingente inseguridad ciudadana, parecen ser un problema de Marte y no del Perú de hoy. La policía está involucrada, las aduanas, las instituciones judiciales. Los ajustes de cuentas se vuelven normales y los cárteles de la droga están en su vergel. El primer ministro señaló que sus anuncios serían para los próximos 15 meses, período en el que finaliza el gobierno.
En el discurso leído por el jefe del Gabinete se observaron tropezones, como que leía partes por primera vez. No sabemos si lo revisó, su rostro evidenciaba preocupación y era algo adusto. Esperemos, por el bien de nuestro país, que no se repita la desagradable historia de este gobierno: Palacio (incluida la primera dama) jalándole la alfombra a su primer ministro. Falta poco para que termine el gobierno, bien difícil que en los próximos meses veamos una gestión proactiva, revitalizadora, convocante. Muchos lo esperan, pero no lo creen.