Fue una consultoría muy extraña. Disfrazado de chalán, me había quedado dormido después de una fiesta de Halloween, cuando una voz aguda me dice acalorada: “El criollismo está muriendo, ayúdanos”. Al lado de Lucha Reyes, Chabuca Granda añadió: “Déjame que te cuente lo mal que nos fue ayer en nuestra visita a la tierra por la fiesta de todos los santos y el día de la canción criolla”. “Fue terrible –dijo don Óscar Avilés–, había muchos vestidos de pirata, pero nadie cantaba mi vals”. No tuve más remedio que levantarme y empezar a investigar lo que ocurría.
En el barrio de arriba encontré a Felipe Pinglo, quien coincidió diciendo que fue un plebeyo al que nadie reconoció, pero me sorprendió la alegría de Juaneco cantando “ya se ha muerto mi abuelo”, acompañado por Chacalón, quien ponía notas chicheras que hacían temblar las nubes, como a sus cerros de antes. ¿Será que no veían que la música criolla, símbolo del mestizaje cultural peruano, está muriendo? Algo raro pasaba.
Mientras pensaba, escuché a lo lejos “one, two, three...” y vi que era Elvis. Le dije: “King, ya pocos cantan sus canciones, ¿será que muere la música norteamericana que iniciaste?”. “No way, tampoco se usan mis pantalones acampanados, pero eso no significa que los pantalones estén en crisis. El rock ‘has evolved’ (ha evolucionado) en funk, disco y otros ritmos tan mezcladamente norteamericanos como el mío. Y hasta el rap tiene un espíritu ‘creole’ similar al que yo puse cuando mezclé el jazz y el soul con las baladas de Sinatra”.
“Verdad –dijo el Carreta Pérez–, ese sancochao de andino con salsa y rock que llamaron chicha es tan peruano como la replana de ‘Yo la quería patita’, que me criticaron por ‘malograr el criollismo’”. “Y a mí me hicieron lo mismo, por mezclar vals con bolero, José Antonio”, me confesó en voz baja Mario Cavagnaro, sin ver que el chalán era yo, Rolando, con mi disfraz de fiesta.
Y casi como en las revelaciones que se dan cuando usamos lo que hoy llaman ‘design thinking’, el Zambo Cavero dijo: “Ayer, entre cumbia peruana y tecnosalsa se oían valsecitos y huainos”. “Y el ‘Jipi jay’ –gritó Pepe Vásquez–, todo música mestiza peruana, pero evolucionada”. “¡Síííí!”, gritaron los del grupo Néctar, bajo un arbolito donde estaba escrito su nombre, mientras el recién llegado Polo Campos sentenciaba que el espíritu del criollismo costeño vivía hoy en el mestizaje musical que unía a la costa, la sierra y la selva del Perú. Enrique Delgado, de Los Destellos, emocionado lo abrazó.
Y dudando de si el criollismo estaba muerto o más bien estaba de parranda, pensé que, quizá, una manera de continuar con sus raíces era bautizar su fecha como Día de la Música Peruana. Cuando estaba escribiendo mi informe, me desperté. Me dolía la cabeza.