(Fotos: Difusión)
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Carlos Meléndez

En el 2010 la película peruana “La teta asustada” estuvo nominada al Óscar por mejor película extranjera. Premiada con el Oso de Berlín, no pudo alcanzar la máxima gloria hollywoodense. Sin embargo, marcó un gran precedente para el cine nacional. Ocho años después, el filme chileno “Una mujer fantástica” consiguió llevarse la estatuilla dorada, inédita para la historia del cine austral. Quiero fijar la atención sobre las protagonistas de ambas películas. En el caso de “La teta”, se trata de una indígena, desplazada por la violencia política, que habita en las periferias de la capital, sufriendo un extraño mal adquirido en dicho contexto. En el caso de “Una mujer”, estamos frente a una transgénero que, tras la muerte de su pareja, un hombre 20 años mayor, es juzgada a priori por los prejuicios de la sociedad chilena. En ambos casos, las protagonistas son mujeres marginadas por su identidad; étnica, en el caso de la peruana, y de género, en el de la chilena. 

El reconocimiento de “Una mujer” llega en un momento preciso en Chile. Su triunfo permitió reactivar la iniciativa de la ley de identidad de género que desde el 2013 había sido aplazada. Con sentido de la oportunidad, la saliente administración Bachelet, la catalogó como “de suma urgencia” para que pueda ser despachada en 15 días. El entrante gobierno de Piñera no ha esquivado la responsabilidad. A pesar de las críticas de parte de la coalición de derecha que encabeza, es altamente probable que esta propuesta reciba el respaldo del nuevo Ejecutivo. Así, en breve, Chile tendría una norma que permitirá a los ciudadanos transgénero tener documentos de identidad en el que consignen adecuadamente su género. Con esta iniciativa se consagra una ola de reivindicaciones de derechos en este país, después de la despenalización del aborto por tres causales (riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación), sancionada el año pasado.  

En el Perú, la postergación de derechos se potencia: sexo, raza y procedencia regional. Quizás no haya perfil sociodemográfico más discriminado históricamente que el que grafica el personaje de “La teta”: mujer, quechuahablante, provinciana. Mientras en Chile el debate público es prácticamente posmoderno (reconocer los derechos de identidad a minorías transexuales), en el Perú seguimos anclados en la premodernidad (postergación estructural de mayorías sociales). Por más avances que hayan ganado las mujeres peruanas en las últimas décadas –la visibilidad pública de su agenda es inédita–, todavía amplios sectores del establishment se niegan a aceptar la complejidad del atraso. En una sociedad como la peruana, la reivindicación de los derechos de la mujer no debe ser planteada solo en términos de género, sino también de clase social y origen étnico. El testimonio –rectificado posteriormente– de Inés Temple grafica el equívoco. Señalar que “hombres y mujeres tenemos igualdad de oportunidades al mismo nivel de ambición”, esconde las dimensiones clasistas y raciales de la discriminación estructural que enfrenta la mujer peruana. Si el cine es, también, la proyección de nuestros sueños, esperamos pronto “Una chola fantástica” en la cartelera. (Sin estar obligado a comprar la canchita en el establecimiento, claro está).