Fernando Vivas

Los 100 días de en el se cumplen este viernes 17. Para el ritmo nacional es bastante. He aquí, antes que cualquier juicio moral, nuestro asombro por su longevidad. Juró hasta el 2026; las protestas y las muertes le doblaron el brazo hasta que presentó dos proyectos de adelanto de elecciones al Congreso; la calle le gritaba “Dina asesina, lárgate”, pero ni siquiera insinuó que renunciaría. Se hizo, en poco tiempo, de una nueva correlación en el Congreso, nada menos que con las bancadas de derecha que controlan la Mesa Directiva. Esto, la permanencia de Alberto Otárola en la PCM y un enfoque represivo dificultan que venza su enorme rechazo en la sociedad civil, pero ella cree que un milagro es posible.

En un país inestable, pero que se deja llevar por antecedentes traumáticos (Montesinos, el fin de Fujimori, la renuncia de PPK, la disolución del Congreso, la vacancia de Vizcarra, la caída de Merino en pocos días, el comienzo y el final de Castillo), Dina ha vencido a uno de estos con una determinación que aún no sabemos a qué apetitos –de los sanos y de los non sanctos– achacárselo. Boluarte ha superado el trauma de Manuel Merino que reforzó la convicción de que las protestas en las que corre sangre acaban indefectiblemente con la renuncia del gobierno. Aquí ha corrido mucha más sangre que en noviembre del 2020 y el Gobierno sigue en pie en alianza con las fuerzas del orden, soñando con quedarse hasta el 2026.

El adelanto, si lo hubiera, no le quitará lo ‘bailao’ a Boluarte. Pero el baile es trágico, es más amargo lo que salta a la vista en las críticas (en primer lugar, las casi 60 muertes) que el esfuerzo de integridad que significó –tras el horror castillista– establecer un gabinete técnico sin cuoteo a las bancadas aliadas. Este predominio técnico tiene sus bemoles (debilidad para la comunicación política, por ejemplo) y puede ser burlado (ya hemos encontrado una negociación opaca con el Bloque Magisterial para influir en el Instituto Peruano del Deporte), pero era fundamental para romper con la corrosión del Estado del castillismo depredador.

Sin embargo, 100 días también es tiempo más que suficiente para verle las costuras al régimen. Ya tenemos indicios, pruebas, denuncias e investigaciones que ponchan a miembros del entorno de Dina –como la defenestrada exasistenta Grika Asayag– en presuntas acciones de tráfico de influencias. Los escándalos que se puedan derivar de próximos hallazgos de esta estofa podrían poner en jaque al Gobierno como no lo harían nuevas olas de protestas de una izquierda que perdió más de lo que ganó con Castillo.

Dina, con 100 días, cruza un umbral de entrada, pero nada asegura que llegue a la fecha hasta la que ella quisiera quedarse indemne: el 28 de julio del 2026.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor

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