Si yo fuera paranoico, por Beto Ortiz
Si yo fuera paranoico, por Beto Ortiz
Redacción EC

BETO ORTIZ

Periodista

Un buen amigo español fue contratado por la para filmar sus grandes obras. Mi amigo, llamémoslo Xavi, había traído al Perú un moderno sistema de multicópteros o drones. O para decirlo en cristiano: unas cámaras voladoras. Unas robóticas naves, piloteadas a control remoto, capaces de grabar imágenes de video desde la altura de una montaña o volar a ras del suelo, y revolotear alrededor de una persona. La mañana del miércoles, Xavi y su equipo estaban haciendo unas espectaculares tomas de nuestra Plaza Mayor. El funcionario que los acompañaba les garantizó que contaban con todos los permisos para grabar y, tratándose de un hombre del gobierno de la ciudad, no había por qué dudar. Los primeros vuelos del multicóptero fueron impecables y las tomas, también. Los transeúntes de la plaza detenían su marcha y se arremolinaban para observar, intrigados, al objeto volador. De pronto, el lente de la cámara giró hacia en cuyo segundo piso –oh, fatalidad– se reunía el presidente con su nuevo Gabinete. En ese instante, ‘algo’ bloqueó la señal de radio que piloteaba la cámara aérea que, desafortunadamente, fue derribada y se hizo añicos contra el piso. Algún vigía de palacio se puso paranoico y creyó que se trataba de un satélite espía fuera de órbita. Si yo fuera paranoico, pensaría que reconocieron al camarógrafo del drone, creyeron que seguía chambeando conmigo y se lo bajaron.

Mientras tanto, no muy lejos de allí, en un restaurante nikkéi muy bien puestecito, ‘o assessor’ almorzaba –con anteojos oscuros y muy bien acompañado– a escasos metros de la mesa en que y yo nos poníamos morados de makis acebichados. El vino blanco –que propicia la travesura– no tardó en ponernos a formularle recomendaciones gastronómicas vía Twitter: “Hola, @Blogdofavre. Te sugiero los nigiris de angus y el asado de tira”. A lo que él, desde su mesa, muy veloz aunque algo cortante, contestó: “No como carne en restaurante japonés” para luego añadir: “Continúo mi periplo culinario para mi guía gastronómica. Vacaciones pantagruélicas”. Rememorando recientes ampayes suyos con chicos superpoderosos como o , evaluamos la necesidad de que yo también –¿y por qué no?– lograra mi estratégica foto con Favre. Total, esa sola imagen sería una publicidad recontra vendedora: misterio, glamour, lobby… o sea, poder. No había mejor cosa que le pudiera ocurrir a tu imagen pública que ser retratado con Favre. Pero, como él no había sido muy afable que digamos y lo más probable era que nos mandara al ‘caralho’, decidimos hacer la foto sin su ayuda: esperamos a que se pusiera de pie y cuando pasó detrás de mí, click, click. Salimos muy cool con nuestros lentes negros. Pero lo que pasó después nos quitó todita la gracia: nuestros smartphones se bloquearon y no pudimos difundir la foto. El local tenía Wi Fi. Solo nosotros dos, no. Veinte minutos después, todo volvió a la normalidad. ¿Habrá sido como un saludito de cortesía? Si yo fuera paranoico…