Díganle lo que quieran, pero ella tiene moral doble y hasta triple, con espacios laxos y flexibles junto a otros puntos fuertes. Como muchas personas que buscan adaptarse a los entornos volubles del poder. Por ejemplo, un punto fuerte es su sentido de la amistad. Bruno Pacheco es su ‘pata’ y no lo echa por nada. Hasta ahora, todo lo que ha dicho, en el documento de la fiscalía que se filtró, en la Comisión de Fiscalización del Congreso y en sus entrevistas, coloca a Pacheco como una víctima de las presiones de Pedro Castillo y de la corrupción de sus sobrinos quienes, junto a Alejandro Sánchez, pedían nombramientos y obras.
Karelim no se explaya sobre lo obvio: que al merodear a Pacheco en el propio Palacio de Gobierno delataba su vocación de estar cerca del poder. Eso le venía muy bien a su rol de lobbista, que es una palabra que detesta y, para evitarla, ha elaborado una teoría que explicó ante los congresistas: ella no gestiona intereses ajenos, sino los de su propia empresa. Pero en su ‘rol empresarial’ ayuda a que otros ganen y ejecuten obras. Ha admitido, por lo pronto, que el grupo de empresas de la familia Pasapera le pagó por sus servicios en torno del puente Tarata.
Si Karelim tiene una moral con puntos fuertes y espacios laxos, ¿tiene una ideología con similares características? Bueno, es obvia. No oculta, en cada intervención y respuesta, que detesta a Castillo y a su izquierdismo. Ello le da una motivación especial a su colaboración. La vuelve más eficaz, si quieren. No olviden que invirtió en celebrar el cumpleaños presidencial y se enganchó en una ‘navitón’. No sé si votó por Keiko, presumo que sí; pero me han contado que fue activista de la corriente que decía que hubo fraude electoral.
Karelim López, por su oficio e intereses, y por los antecedentes que conocemos de su relación con gente del entorno íntimo de Martín Vizcarra y, antes, con fujimoristas, es un personaje a la vez apasionado y adaptativo. De ahí que me permito el apunte sobre la doble moral. O sea, se dirige a Pacheco, que quizá la estaba viendo desde su escondite, implorándole que se salve él y que ‘salve al país’, pero antes lo ayudó a afianzar su amistad con el presidente. Y digo que es apasionada y reactiva porque calla cuando la prudencia de su situación judicial obliga, pero alega sin freno cuando un presunto ‘niño’ la busca cuadrar.
Valgan estos apuntes para estimar que Karelim tiene las razones y condiciones para colaborar eficazmente y que su colaboración debe pasar por el cernidor. Su culpabilidad penal es también una línea de preocupación e investigación, y ya ha admitido el delito de lavado de activos, pero no nos engañemos, juzgarla es secundario frente a lo que puede decir del núcleo del poder.