Es una profecía autocumplida: solo la protesta popular nos sacaría del entrampe entre Ejecutivo y Congreso. Muchos lo sentimos así semanas atrás y, desde el ‘Huancayazo’ del viernes 1 de abril, eso se está cumpliendo dramáticamente. Si hay próximos ajustes, serán fruto de la ‘interpelación’ popular.
En resumen, si uno no puede gobernar con tanta ineptitud repartida en cuotas y el otro no lo puede vacar con tanto oficialista encubierto en cada bancada, entonces será la calle, la ciudadanía, la población, el pueblo –llámenle como quieran– el que obligue a una doble definición. Al Gobierno, a ajustar el Gabinete buscando la muñeca técnica y política que lo ayude a gestionar los conflictos; y al Congreso, a sintonizar con el ánimo de las regiones alzadas, lo que puede llevar –ojo– a que algunos congresistas que defendían la continuidad de Pedro Castillo se pasen a la coalición vacadora.
Podríamos hacer una prognosis de la conflictividad con sectores y plazos: como ocurre en Cusco por estos días si el Gabinete descentralizado no logra lo mismo que en Huancayo, en el complejo sector agrario si no se resuelve la crisis de los fertilizantes o en alguno de los tantos impasses mineros. Pero nos quedaríamos cortos. La protesta arde por combustión espontánea cuando mucha gente percibe que las razones de su malestar están asociadas a pecados de acción u omisión de las autoridades. En circunstancias normales, la gente podría comprender que hay factores externos que empujan a la inflación, pero ahora no hay ni paciencia ni confianza en las excusas oficiales.
Si quieren una muestra de lo imprevisible y diverso que puede ser el gatillo de una protesta, vean lo que pasó el jueves 14: cientos de ciudadanos con pancartas y gritos se reunieron en la plaza San Martín para exigir justicia ante la violación de una niña en Chiclayo. Manifestaciones similares ocurrieron en Tacna e Iquitos. La terrible noticia se había difundido ese día y no había culpa de las autoridades. La policía y el Poder Judicial estaban haciendo su trabajo, al que se sumó el Ministerio de la Mujer. Sin embargo, la gente protestó porque no confía en la capacidad del Estado para manejar el caso.
El drama de la niña de Chiclayo es manejable y el Gobierno ahora le ha dado un giro populista con el debate de la castración química. Pero mañana y el día siguiente habrá otro chispazo que haga temer el desborde con el que especulaban los reportes de inteligencia que marearon al presidente Castillo y, por extensión, al Consejo de Ministros el 5 de abril. ¿Cómo gobernar así? ¿Cómo interrumpir un Gobierno así? Antes del ‘Huancayazo’, la vacancia y el adelanto de elecciones eran un asunto de votos y correlación entre fuerzas políticas; ahora, recién se empiezan a responder a ese par de preguntas.