"Los juicios a los poderosos son una gran válvula de escape; que hay egoísmo entre distintos sectores de la población que hace difícil gestar proyectos y protestas colectivas".
"Los juicios a los poderosos son una gran válvula de escape; que hay egoísmo entre distintos sectores de la población que hace difícil gestar proyectos y protestas colectivas".
Fernando Vivas

Ha sido un gran ejercicio de autorreflexión y autoflagelación tratar de responder la mórbida pregunta, ¿por qué no estallamos como Chile?

Las respuestas son muy ricas y se alimentan unas a otras: que la informalidad tiene a buena parte del país al margen de cargas y, por lo tanto, de reclamos; que los costos de transporte, gasolina y otros combustibles ítems no han subido demasiado; que los juicios a los poderosos son una gran válvula de escape; que hay egoísmo entre distintos sectores de la población que hace difícil gestar proyectos y protestas colectivas.

Ajá, detengámonos ahí. La última respuesta es clave y alimenta a la penúltima, la judicialización de la . En efecto, un rasgo de la política peruana es la preeminencia de cierto canibalismo entre grupos humanos. Pueden ser opuestos como Fuerza Popular (FP) respecto de la izquierda o próximos como el Frente Amplio respecto de Juntos por el Perú (la alianza de Verónika Mendoza), o FP respecto de Solidaridad Nacional.

En el Perú, otorongo sí come otorongo. Repito, ¡sí come! Ello ha evitado el enjuague de mutuas culpas, el tapado limeño de rabos de paja; pero también ha satanizado el acuerdismo, ha impedido los pactos reformistas y de gobernabilidad.

En mala hora se popularizó, cuando gobernaba, la frase que dice lo contrario. La originó el comentario de un congresista del FIM sobre las omisiones de la comisión de ética ante las trapacerías de diversos parlamentarios. Pero no se confundan, debajo del blindaje y del pellejo duro, sí se comen, sí son caníbales. Son ellos mismos los que hipócritamente se han denunciado y alentando sus desgracias.

García, el más político del lote, se hizo de la vista gorda ante Toledo; pero , siguiendo la presión de la izquierda (Sergio Tejada, en “El reino de la impunidad”, cuenta que Ollanta no quería que el humalismo presida la megacomisión), fustigó sistemáticamente a García y FP, ganándose a pulso su odio. Cuando los Humala cayeron, Alan y Keiko hicieron fiesta. Sus otorongos tenían sangre en las fauces. Los carboneros aplaudían desde sus palcos. El Ministerio Público y el Poder Judicial hicieron un trabajo que décadas atrás hubiera sido completamente trabado.

Lo que vale para los y bancadas, vale para gremios, movimientos, medios y grupos de todo tipo. La protesta no acaba de cuajar porque un gremio se levanta y el otro lo traiciona. Las ciencias sociales llevan años de reflexión sobre las dificultades, a nivel del ciudadano, para tejer una argamasa institucional sólida. Pero nos falta darle más vueltas a cómo opera, hasta el nivel de la inquina y la conjura, el egoísmo entre grupos.