"Los militares bolivianos, una vez que la OEA evacuó su informe crítico sobre la  reelección de Evo, le quitaron su respaldo y apoyarán una transición que no los tenga de protagonistas". (Reuters).
"Los militares bolivianos, una vez que la OEA evacuó su informe crítico sobre la reelección de Evo, le quitaron su respaldo y apoyarán una transición que no los tenga de protagonistas". (Reuters).
Fernando Vivas

Los golpes militares ya fueron. Las última dictadura de raigambre militar de la región es Venezuela, porque el comandante Chávez fortaleció a su gremio como un estamento rentado para defender al gobierno. Maduro es civil pero, para todos los efectos de su vigencia, la pega de un uniformado más. Y, bueno, tenemos a Cuba que renació en 1959 de una revolución armada que convirtió a la milicia en su nueva clase dirigente. Sesenta años después, no ha cambiado mucho.

El resto de vecinos padecimos demasiadas interrupciones militares a nuestra democracia. A veces, un golpe era seguido de una asonada de otra facción militar. Todo ello los convirtió, a ojos de quienes en nuestra infancia vivimos alguno de esos golpes, en poco menos que gorilas con charreteras. Fueron “Tiempos recios”, parafraseando la reciente novela de Vargas Llosa que trata precisamente sobre eso.

Vargas Llosa es, además, autor de una ironía, que ha pasado algo desapercibida. En su columna sobre el cierre del Congreso ordenado por Vizcarra dijo: “No ha sido muy frecuente en la historia peruana que las fuerzas militares apoyen a un gobierno constitucional como el que preside Vizcarra; lo ‘normal’ era que contribuyeran a derribarlo”.

Es verdad. Lo normal era que los militares tomaran el poder y cargaran con el activo y pasivo de las crisis. Ahora, tras tanto jaleo, son un ‘estamento no deliberante’ que ‘ha deliberado’ sabiamente que lo mejor para su estabilidad es apoyar el equilibrio. Los belicosos que sean los civiles. El mejor militar ha estudiado (muchos tienen dos carreras) y ha aprendido que la democracia es el mejor sistema para garantizar la vigencia de sus gollorías. Una fotito protocolar con el presidente Vizcarra para confirmar dónde esta el orden en una crisis basta y sobra. Los troles conservadores que hablan de reuniones secretas de altos mandos no han entendido nada.

Los militares bolivianos, una vez que la OEA evacuó su informe crítico sobre la reelección de Evo, le quitaron su respaldo y apoyarán una transición que no los tenga de protagonistas. Es la tendencia de las FF.AA. en la región: el enemigo principal no son los civiles ni los vecinos; el objetivo principal no es tomar el poder para imponerle un color, sino proteger una institucionalidad que, con pocos ajustes, ha mantenido sus privilegios básicos. El cachaco autoritario real maravilloso Ubú presidente ha dado paso al milico institucionalista. Humala, militar forzado y tempranamente retirado, buscó alianzas y soluciones civiles. Un caso aparte.

Son los desastres naturales y la anomia delincuencial que estalla de un momento a otro como en Chile lo que sorbe el seso militar hoy. Ya no es el poder. Ellos saben.

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