A nueve días de un referéndum que podría significar un nuevo triunfo político para el presidente Martín Vizcarra, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿qué viene después? ¿Tendremos más discursos para la platea o veremos, por fin, a un Ejecutivo con objetivos y plazos concretos, capaces de atacar los principales problemas del país y promover su crecimiento? Pese a los buenos propósitos de Vizcarra y su gabinete, muy poco de aquello se ha visto en los ocho meses que ya llevan en Palacio de Gobierno. Y no lo digo solamente yo, pues así lo revela una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) realizada a nivel nacional la semana pasada.
En ella el 57% de aprobación a la gestión del mandatario, siendo una cifra importante, confirma que su curva de crecimiento está estancada. Asimismo, un 47% de encuestados considera que el jefe de Estado no cuenta con un plan de desarrollo para el país (versus 44% que sí lo cree), 61% piensa que el Perú está creciendo poco o nada en materia económica (en el norte dicha sensación llega al 63%), y otro 68% está convencido de que poco o nada se ha avanzado en la reconstrucción del norte (en Lima alcanza el 70%, al igual que en el norte mismo). Sumemos a ello que para el 51% la lucha contra la delincuencia va “mal o muy mal” (solo 14% la aprueba).
Es evidente que la postura de Vizcarra en el tema anticorrupción significó un punto clave a su favor, pero también que el peruano promedio exige una mejor gestión del Ejecutivo. Las cifras son evidentes y un triunfo en el referéndum no cambiará esta perspectiva. Es más: sin un oponente definido al frente –dado el desprestigio de las demás fuerzas políticas con peso en el Parlamento– es posible que se acelere la impaciencia entre la gente. ¿La tendrá clara Vizcarra?
Otro aspecto que golpea por igual a la clase política tiene que ver con una pregunta acerca de qué tipo de liderazgo necesita el país para solucionar sus problemas más graves. Aquí el 48% de encuestados se inclinó por “un personaje opuesto a la política tradicional, que acabe con los políticos existentes y comience de cero”, mientras otro 27% optó por “un personaje sin mayor vínculo con la política, que traiga ideas totalmente nuevas”. Es decir, un 75% estaría dispuesto a aventurarse votando por alguien totalmente nuevo. Con partidos debilitados y pocas instituciones, la perspectiva es muy peligrosa.
En todo caso, las principales fuerzas políticas están notificadas de lo que piensa, siente y respira la calle. Más allá de cómo continúe languideciendo el fujimorismo o se resuelva el pedido de asilo de Alan García, no imagino peor manera de ir cerrando un 2018 plagado de oportunidades perdidas.