(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
Fernando Vivas

No extraño a  pero otros sí y –aunque en una proporción quizá no muy significativa– esa es una razón del ‘bullying’ a . Hay otras, por supuesto, además del desdén a la provincia, que él se ha ganado a trémulo pulso: indecisión, miedo a confrontar, retrocesos varios. Y no hablo siquiera de firmeza de carácter, pues se puede ser dubitativo, justo y eficiente; sino de coherencia para gobernar.

Pero el problema principal no es él; es el Perú, somos nosotros. Él, modesto, se pondría 12. La mayoría del Perú lo jala con 07, que equivale al 37% de aprobación según último sondeo de Ipsos para este Diario, en la escala de notas del 0 al 20. Entre quienes lo jalan hay, pues, algunos que extrañan la formación cosmopolita, el carácter, la autoridad que tenía PPK cuando daba un mensaje al país y plantaba a sus ministros detrás suyo para darse respaldo. Esto último es elocuente, pues Vizcarra dio un mensaje tras la salida del ministro y luego tomó juramento a , a solas. O sea, Vizcarra teme importunar a sus ministros y PPK los obligaba a hacer planchas en el patio de Palacio, ocurrencia que tuvo algo de farsa autoritaria que tomamos con humor.

Sin embargo, la personalidad concesiva, conciliadora, que no quiere molestar a nadie, de Vizcarra (mucho más próxima al promedio nacional que la de un PPK, un García o un Humala), es ampliamente reprobada. En este rechazo a quien gobierna ‘no por que lo elegimos sino por designio de la vida’ (copio a Carlos Meléndez), hay una nostalgia, una viudez de autoritarismo que, sin embargo, muchos, con las mujeres a la vanguardia, repudian en otros aspectos de la vida.

No sabemos qué esperar del poder. Si se pone altivo, le reclamamos humildad y austeridad; si se confunde con la medianía popular, lo tratamos de pobre diablo sometido a los matones fujimoristas o a cualquier grupo de presión descrito como extorsionador. Claro que el poder tiene que lucir autoridad pues si no se deslegitima; pero aquí se estigmatiza per se cualquier negociación de un gobierno que busca respaldo y solución de conflictos (concedo sí, que esto lo hace fatal).

Como la reprobación no solo abate a Vizcarra sino a todos los políticos; acabamos bloqueando toda alianza y vetando el fichaje de cuadros partidarizados. Por ejemplo, creo que Elmer Cuba sería un buen ministro de Economía, que se las ingeniaría para alinear las decisiones técnicas con las políticas, pero tanto Vizcarra como Keiko le bajaron el dedo para evitar el grito: ¡Aquí hay una alianza!

Si Vizcarra tiene el alma pequeña, entonces estamos bien representados, con todo y nuestros ‘ismos’ de raza y de clase. Ojalá, con la autoestima crecida por el fútbol, le demos consistencia a esta pequeñez compartida con el poder.