(Foto: Lino Chipana/GEC)
(Foto: Lino Chipana/GEC)
Pedro Tenorio

Apenas han transcurrido seis de los 48 meses para los que fueron electos alcaldes, pero tanto (Lima) como (La Victoria) están demostrando que sí se puede –¡y se debe!– impulsar procesos de cambio radical en la administración de nuestras grandes ciudades, aquejadas por problemas como el caos en el transporte, la informalidad y la inseguridad ciudadana, aunque ello signifique arriesgar cierta zona de confort (en la que las autoridades políticas actúan como si algo estuvieran haciendo, pero en realidad no hacen nada) en la que se mantuvieron muy cómodos la mayoría de sus predecesores en el cargo.

Antes de refugiarse en el anuncio de planes faraónicos y el diseño de puentes y ‘by-pass’ sin mayor sustento técnico pero sí harta fanfarria mediática, Muñoz y Forsyth –cada uno en su ámbito– apuestan por reconciliar a sus vecinos con un estilo de autoridad que planifica y ejecuta, pese al costo político que esto acarrea. Nunca ha sido fácil enfrentar el comercio informal y afectar, de paso, a las miles de familias que dependen de él. Se requiere decisión política y planes a mediano y largo plazo que una autoridad demagógica –de las que hemos padecido por camionadas década tras década– nunca haría suyos. He ahí gran parte el mérito de las acciones que Muñoz y Forsyth impulsan en este primer momento.

Asimismo, lo que está ocurriendo desde hace varios meses en la zona de Gamarra y desde esta semana en la avenida Aviación en será clave para saber si estos esfuerzos tendrán continuidad o naufragarán ante una respuesta negativa de la ciudadanía. No olvidemos que cuando otro buen alcalde de , como Alberto Andrade, se atrevió a poner orden entre los ambulantes del centro en la segunda mitad de la década de los 90, el hecho fue utilizado por el gobierno de entonces para presentarlo como enemigo de las clases populares, lo que afectó su proyección política a escala nacional. Al final, Andrade obtuvo reconocimiento como uno de los mejores alcaldes de la capital, pero el camino fue muy difícil. Muchos preferirían administrar el caos, tal como terminó haciendo Luis Castañeda Lossio y demás autoridades distritales que nunca se compraron el pleito.

Por eso es relevante que Muñoz y Forsyth se atrevan. Y que los sigan muchas más autoridades dentro y fuera de Lima. Los retos son enormes y recién están comenzando, es cierto. Pero aquí ganan los ciudadanos y también gana la política, pues demuestra que puede ser acción y motor de cambio y no solo enfrentamiento y ‘chaveta’. A seguir atentos este proceso.