(Foto: Archivo El Comercio)
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Pedro Tenorio

De aquí al jueves 22, conseguir los votos que faltan para lograr o evitar la vacancia presidencial equivale a un partido que se juega en una cancha donde usted y yo tenemos muy poco que decir: las bancadas del Congreso. Y por momentos, ni eso. No faltan “voces singulares” que exigen un voto libre, sin presiones partidarias. Es decir, sin consignas. Por ello, las promesas en uno y otro sentido van y vienen con una rapidez delirante y todo indica que la suerte de Pedro Pablo Kuczynski se definirá en el momento mismo de la votación, no antes. Sin embargo, sí podemos estimar cómo será el día siguiente a la misma.  

En ambos bandos la tensión es evidente y aumentará conforme nos acerquemos al debate en el pleno. Kuczynski perdería lo más importante, la presidencia. Pero si evita la vacancia, la que habrá fracasado ruidosamente sería Keiko Fujimori, cuyos voceros se baten con todo junto a la izquierda. Dos derrotas en tan corto lapso (diciembre y ahora) en el intento de vacar a PPK desgastaría su liderazgo y reforzaría el rol político de Alberto y Kenji Fujimori. Y ella lo sabe. 

Si supera la vacancia, PPK tendría que replantear –¡una vez más!– sus activos políticos para encarar un período que no le será fácil. La oposición, principalmente Fuerza Popular, continuará ajochando sus decisiones de gobierno y vinculándolo con los temas de corrupción ya conocidos. El keikismo pisará el acelerador de los ataques para desviar la atención de sus propios problemas internos apuntando a la paja en ojo ajeno. La izquierda parlamentaria tampoco le dará tregua, por lo que seguirá atado al aporte que Alberto y Kenji Fujimori le otorguen. Así, será clave un mayor compromiso político de sus ministros y del propio Kuczynski, quien debería convertirse en un promotor de obras a nivel nacional e incrementar su liderazgo en el Ejecutivo: necesita ser un presidente que viaje a las regiones y fiscalice la marcha de su administración. Es decir, transmitir una dedicación al puesto como no se ha visto hasta ahora. 

En cambio, si es vacado, además de dejar el cargo y afrontar numerosas investigaciones, verá cómo todos los actores políticos se reubican en el tablero del poder. Martín Vizcarra anunciaría un “gobierno de unidad nacional” y convocaría un Gabinete de independientes con experiencia política. Ante ello, Keiko se vería obligada a sostener a Vizcarra hasta el 2021 tratando de desmentir así cualquier afán de boicot antidemocrático, como sus adversarios le endilgan. Un país tratando de recuperar la confianza de los agentes económicos para destrabar inversiones claves, pero muy lejos de promover reformas institucionales imprescindibles. Ese sería el escenario por venir. El viernes 23 sabremos a cuál de los dos atenernos.