“Vote por Pinguita”- rezan unas pintas que arrancan carcajadas a los apacibles moradores del distrito de Pueblo Nuevo en Ica. Es la ingeniosa estrategia electoral de Víctor Seminario, un maestro de escuela convencido de que basta con publicitar su muy penosa peculiaridad para convertirse en alcalde de su distrito. Ya lo intentó sin éxito con Perú Posible y hoy vuelve a presentarse con otro gran partido: el de la Robacable. Bah. En el Perú no importa quién te lance. Tampoco qué diablos propongas. Lo único que importa es con qué novedosa idiotez logras robar un poco de atención. Si no me creen, vámonos a Pucallpa donde Germán Martínez, un pelado cuatroojos, se disfraza de Neo –el personaje de Keanu Reeves en Matrix– y se promociona como “El Elegido” para acabar con la corrupción. Y postula a la alcaldía provincial, el muy audaz. Y como vio que su payasada le funciona se ha vestido también de Supermán y del Obi Wan Kenobi de Star Wars, quizá asumiendo que la edad mental promedio de su electorado es de diez años. ¿Y qué decir de don Ciro Castillo, candidato a la región Callao? ¿Es en serio? ¿En qué estaban pensando los venerables sabios de Acción Popular cuando decidieron que había que convertir la feroz sobreexposición de su horrible tragedia familiar en votos que intentaran reanimar a su agónico partido? ¿Nadie ahí se dio cuenta de lo grotesco que es? ¿O estarán esperando que los chalacos lo elijan por lástima? No sería raro.
Así como existe el voto novelero que lleva –nadie sabe para qué– equipos íntegros de voleibolistas al parlamento, existen también; el voto chonguero, (que eligió a figurettis tales como Gagó, Susy Díaz y el Charro Requena), el voto folklórico, (que entiende las elecciones como competencias de trajes típicos), el voto fanático, (que unge a beatíficos profetas como Rosas y Lay) y, cómo no; el voto sensiblero, compasivo: Ay, pobrecito. Hay que votar por él porque es cuadripléjico. Achachau. Y zas, sale un Michael Urtecho directo a robarle el sueldo a sus trabajadores. Hay que votar por él porque está en silla de ruedas. Ay, pobrecito. Y allá va cabeceando duro, el angelito. Una vez, en el 2011, se nos ocurrió la divertida idea de convocar a candidatos al congreso para que actuaran en el spot de lanzamiento de nuestro noticiero. Todos los convocados llegaron puntuales. Llegaron incluso aquellos a los que nadie había llamado como, por ejemplo, Cenaida Uribe. No estaba en nuestra lista, no tenía ningún rol en el guión pero la vimos tan empeñosa que no dudamos en cederle el humilde personaje que Carlos Raffo había rechazado con un mohín de desdén: el de empleado de limpieza. Cenaida no lo dudó un segundo, se puso el mandil, chapó su trapeador, se tiró al suelo, hizo todo lo que le dijimos que hiciera. Y, allí la ven, lo logró: robó toda la cámara que quiso. Quién la viera y quién la ve, ¿no? Ya sabes. Imagínatelos sin disfraz para la próxima.