“[Vizcarra] necesita consolidar su apoyo popular y cuidar cada punto como ninguno de sus antecesores estaba obligado a hacerlo”. (Foto: Giancarlo Ávila)
“[Vizcarra] necesita consolidar su apoyo popular y cuidar cada punto como ninguno de sus antecesores estaba obligado a hacerlo”. (Foto: Giancarlo Ávila)
Pedro Tenorio

Enfrentar al fujimorismo ha sido un gran negocio político para el presidente y sus ministros, pero la pregunta que hoy asoma con insistencia es hasta dónde servirá esta fórmula. ¿Le conviene a Vizcarra seguir buscando escenarios de confrontación con o ya es evidente que la población espera mucho más de él y su gobierno? Una cosa es responder ante la matonería o la inacción fujimorista para perseguir a autoridades que deben rendir cuentas a la justicia, y otra es seguir apostando por golpear al como si esa fuera la principal preocupación ciudadana.

Definir una estrategia al respecto será clave. Sobre todo para el mandatario, cuya aprobación comenzó a declinar a nivel nacional según la última encuesta publicada por El Comercio-Ipsos y donde, observando desde diciembre, Vizcarra ha perdido ocho puntos porcentuales (pasando de 66% a 58%) en pocas semanas. Sería muy impreciso hablar de “una seria caída”, pero conviene analizar los números en perspectiva antes de que la tendencia sea irreversible y complique aun más al gobierno.

Porque para un presidente sin bancada propia ni alianzas estables en el Congreso, el respaldo popular es su única base. Es lo que garantiza capacidad de negociación con el Parlamento, tal como hemos visto en los últimos siete meses luego del mensaje presidencial por Fiestas Patrias que marcó una apuesta de Vizcarra por la lucha anticorrupción y la reforma política. Por eso necesita consolidar su apoyo popular y cuidar cada punto como ninguno de sus antecesores estaba obligado a hacerlo. De ahí la urgencia de pasar a una nueva etapa donde la gestión del país y la presentación de una agenda, con objetivos concretos y participación activa del Parlamento, resulta decisiva.

Mientras ello se define a pocos días de que Vizcarra y cumplan su primer año en el poder (el próximo 23 de marzo), el presidente no puede abandonar su liderazgo en la atención de la emergencia climática –que ha puesto en evidencia problemas de gestión que muchos consideraban, erróneamente, ya superados–, como tampoco su respuesta oportuna y transparente ante cualquier nueva imputación o sospecha de vínculos con empresarios o personajes actualmente investigados por los casos Lava Jato (que vive una semana estelar y decisiva, con evidencias que llegan desde Brasil) y del ‘club de la construcción’. Vizcarra no puede volver a perder el paso como ocurrió semanas atrás al subestimar un tema en el que no caben medias verdades, o seguirá perdiendo apoyo entre la gente. Es lo que le pasó a PPK, salvando las distancias, y él sabe muy bien cómo terminó.