Deploro que el presidente Vizcarra hiciera una interpretación ‘auténtica’ y antojadiza de la Constitución para forzar la disolución del Congreso. Me resultó penosa su entrevista del domingo en “Cuarto poder”, donde quemó todos los puentes con los congresistas que hubieran podido abortar la elección del TC o, al menos, evitar alcanzar los 87 votos para elegir a uno de los candidatos.
Había un gran margen para negociar una salida pacífica sin trajinar la Constitución. Desde este rincón, apoyamos la idea de un adelanto sin referéndum, con dos legislaturas rápidas, salvando reformas y con cambio de mando hacia inicios del 2021. Pero el presidente petardeó, en reiteradas declaraciones, las conversaciones que, en ese sentido, tenía su ex primer ministro Salvador del Solar con varias bancadas.
Pero deploro más la intransigencia del Congreso, que priorizó su pica contra Vizcarra a la agenda nacional. El tuit de Pedro Olaechea asegurando que la elección del TC era ‘impostergable’ fue peor que la destemplanza presidencial del domingo. Lamento que congresistas que he conocido en su faceta de generadores de consensos se empecinaran en su capricho de votar por sus fichas para el TC. Vizcarra puso de pretexto para disolverlos un tribunal que nunca le importó, y ellos pisaron el palo.
Las cabezas de la PNP y las Fuerzas Armadas han hecho lo correcto al ir a Palacio y difundir escuetos comunicados reconociendo que el presidente constitucional es Vizcarra. No hay que tomarlo por simpatía o sesgo político, sino apuesta al orden ante la percepción de anarquía que provocó la juramentación de Mercedes Araoz.
La legalidad de la disolución del Congreso ya la dilucidará el TC (a pedido de alguna parte) en un futuro mediato, como ha planteado la OEA en un prudente comunicado. Lo que tiene que hacer ahora el presidente es asegurar la limpieza total de esas elecciones en las que cada fuerza política evaluará con qué ímpetu y estrategia postula, pues el horizonte del 2021 sigue siendo más importante que esta temporada incierta abierta por el presidente.
Ha habido mucha improvisación y precipitación en los actores políticos; y recién tendremos que dilucidar temas como estos: ¿pueden reelegirse para el próximo período corto los actuales congresistas disueltos? ¿Es válida la elección de Gonzalo Ortiz de Zevallos al TC, a pesar de las acciones puestas contra ella? ¿El presidente ha abandonado sus reformas constitucionales o intentará hacerlas en las primeras dos legislaturas del siguiente Congreso? Todo esto y más será respondido a plenitud en los próximos días, mientras volvemos a mirar la gestión del Gobierno y las nuevas revelaciones del Lava Jato.