El tener novedades cada vez más rápido se ha vuelto una exigencia en la vida social, empresarial y también en la política, como lo muestran las reacciones a los pocos logros del gobierno en sus primeros cien días. Ello, más que una tendencia, es una moda que se debe tratar con criterio amplio, para no caer en sus muchas consecuencias negativas.
Hace unas décadas lo usual en las empresas era aceptar un porcentaje de defectos en los productos fabricados. Costaba menos, nos decían los empresarios norteamericanos, resolver las quejas y reclamos de los clientes insatisfechos, que poner más esfuerzo en lograr productos impecables. Los japoneses les demostraron que estaban equivocados, pues con su teoría de “cero defectos” les arrebataron la primacía mundial en muchas industrias, incluyendo la simbólica y muy rentable industria automotriz. Mostraron que esforzarse para lanzar las cosas bien hechas era más seguro y rentable que lanzarlas rápido, rápido, rápido.
Sin haber aprendido la lección, hoy vuelve a aparecer en el mundo (tomada como verdad absoluta por muchos teóricos latinoamericanos) la moda de privilegiar la rapidez del lanzamiento a la calidad del producto. Así, se preconiza como método de éxito lanzar productos muy rápido y sin tomarse tiempo en desarrollarlos adecuadamente, con la idea de que si el mercado no los acepta, seguir lanzando más, hasta que uno coincida con lo que los consumidores necesitan.
¿Existen lanzamientos exitosos usando esa improvisación como sistema? Sí y son numerosos, pero como sucede con los jugadores compulsivos, se recuerdan y cuentan solamente los éxitos, pero nunca los muchos fracasos. Paralelamente, se olvida que las empresas consistentemente rentables siguen tomándose el (menor) tiempo necesario para tener lanzamientos cuidadosamente analizados. La velocidad les importa, pero no tanto la velocidad del lanzamiento (que puede poner en riesgo el prestigio de su marca) sino sobre todo la velocidad de aceptación y de crecimiento del mercado de su nuevo producto.
¿Y esto qué tiene que ver con los cien días del gobierno del PPK? Mucho, pues mientras muchos critican la falta de iniciativas gubernamentales, el gobierno debe entender que la población apreciará las propuestas inmediatas, pero valorará mucho más aquellas que sean eficaces, duraderas y que den resultados rápidos. Es decir, entender que será juzgado y recordado no tanto por la rapidez de sus iniciativas, sino por la rapidez y eficacia de los resultados que logró. Porque en la vida, los negocios y el gobierno se aplica muy bien la frase que Napoleón Bonaparte decía a su valet: “Vísteme despacio, que estoy apurado”.