Piero Gayozzo

El pasado domingo, en la columna titulada “”, Carlos Meléndez analizó brevemente la situación del sistema de partidos políticos a propósito de la recientemente aprobada. De acuerdo con Meléndez los partidos políticos tienen dos funciones mínimas que al día de hoy no se cumplen en Perú: la capacidad de reunir miembros en sus filas en torno a intereses comunes, y la capacidad de canalizar las demandas ciudadanas. En vista de que nuestro sistema de partidos no es capaz de hacer cumplir estas funciones requiere un reajuste.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
/ Mauricio Santiago Chereque Lizarzaburu

La solución que propone Meléndez implica el rediseño de los distritos electorales, a fin de que los candidatos tengan mayor vínculo con circunscripciones específicas a las que representarían, y el retorno al financiamiento privado de los partidos. Algo más se puede hacer para mejorar la representatividad. Es aquí donde agrego la fórmula corporativista.

El corporativismo surgió como alternativa al orden socialista y al liberal a inicios del siglo XX. Fue incluido tanto en gobiernos democráticos como autoritarios. Al día de hoy sigue vigente en sociedades como Hong Kong, Irlanda, Singapur y Eslovenia, siendo Singapur el país en el que mayor éxito posee. En Perú el corporativismo gozó de gran popularidad y fue objeto de debate entre los años 30. Desde intentos electorales de corte corporativista, como la Concentración Nacional de Rafael Belaunde, pasando por dispositivos aprobados legalmente en la Constitución de 1933, hasta propuestas netamente teóricas como las de los juristas Raúl Ferrero Rebagliati y Víctor Andrés Belaunde.

Como sistema recibe su nombre de la reunión de corporaciones o unidades funcionales en una asamblea que puede ser legislativa (Cámara Corporativa), consultiva o de cogobierno. El caso que nos atañe sería la legislativa, pues las otras son más convenientes en sociedades con partidos políticos fuertes. Cada corporación está asignada a un rubro específico y está constituida por las asociaciones dedicadas a dicha labor. Se distinguen corporaciones de tres tipos: las fuerzas productivas (gremios de empresarios y de trabajadores de cada sector), las iniciativas ciudadanas (activismos sociales) y las escuelas profesionales y técnicas (por ejemplo, Colegios de Abogados, de Ingenieros, de Médicos, etc.).

El corporativismo en su forma legislativa puede ser parcial o total. Cuando es total las corporaciones reemplazan por completo el sistema de partidos políticos, pues de por sí ya representan los intereses de los sectores sociales por funciones (sector minero, agrario, de ingenieros, de médicos, de periodistas, etc.). Sin embargo, en un corporativismo legislativo parcial o mixto se agrega un número de curules para las corporaciones a las tradicionales curules asignadas a los partidarios políticos. Considero que esta última alternativa podría servir para estimular la mejora en el sistema de partidos y en la estructura gubernamental en general.

De por sí, una corporación cumple con las funciones mínimas de los partidos descritas por Meléndez, pues es una asociación de profesionales o miembros de un sector específico que poseen intereses comunes y tienen como finalidad canalizar las demandas del sector que representan. Esas son características propias de los sindicatos, gremios de empresas, colegios profesionales y organismos no gubernamentales. En ese sentido, al elevar dichas asociaciones a corporaciones con acceso legislativo, es decir, invitarlas a formar parte del gobierno, se refrescaría la representatividad política. Básicamente porque al ser representantes de un sector de la sociedad, las corporaciones competirían con los partidos políticos por canalizar las demandas ciudadanas. A mayor competencia, mayor productividad.

Se trata de un sistema con varias ventajas. Incluso en el aspecto legislativo, pues las corporaciones tendrían capacidad de legislación más técnica por sus propias conformaciones profesionales. Con respecto a nuestro sistema bicameral, adaptarlo a un sistema corporativista

requeriría de una distinción. Por un lado, las corporaciones de fuerzas productivas y sociales contarían con cuotas para la Cámara de Diputados, de manera que se encarguen de la promulgación de leyes. Por otro lado, las corporaciones profesionales podrían incluirse en la Cámara de Senadores para que su conocimiento técnico sirva de complemento a la función de revisión de leyes de dicha cámara. En la literatura se conoce a la epistocracia como el sistema de gobierno en el que el poder es detentado por las personas que más conocen, por lo que, invitar a los colegios profesionales a formar parte del Senado también agregaría una cuota epistocrática a nuestro modelo de gobierno.

Naturalmente, esta propuesta requiere de mayor debate que las soluciones planteadas por Meléndez. Es más, tanto la fórmula de Meléndez como la descrita en este texto no son excluyentes, sino complementarias y pueden seguir siendo mejoradas con iniciativas como la digitalización y automatización de procesos institucionales con sistemas de machine learning, por ejemplo.

Hemos logrado la restitución de la bicameralidad y la reforma constitucional para ello luego de 30 años. Si la situación de los partidos políticos es tan preocupante y urge una reforma antes de que la democracia peruana termine por ser sepultada, resulta necesario el pensar en nuevas soluciones. Una bicameralidad corporativista podría refrescar la representatividad, el sistema de partidos y al gobierno. Al final de cuentas los dispositivos políticos y legales dependen de nosotros y de cuánto debate o interés generemos sobre un tema. Expuesto de este modo, ¿por qué no pensar en nuevos horizontes?

Piero Gayozzo es estudiante de Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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