La inseguridad ciudadana es un problema que afecta a todos los peruanos, sin importar su condición social, económica o ubicación geográfica. Actualmente es un problema que ya no es solo de seguridad pública, sino también de seguridad y defensa nacional. En el 2022, las denuncias por delitos en Lima aumentaron en un 27,4%, pese al estado de emergencia. Además, el porcentaje de personas que sufrieron un hecho delictivo con arma de fuego también creció, llegando al 18,1% entre enero y junio del 2023.
Estas cifras del INEI confirman lo que ya muchos de nosotros sabemos sobre los estados de emergencia: “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos”. En la búsqueda del aplauso fácil, el Congreso se ha unido a este coro de nonadas y, navegando por meandros normativos, han aprobado el PL 5257/2022, conocida como “ley del gatillo fácil”. Así, la errática conducta del Congreso ha sido un factor que ha contribuido a agravar el problema, puesto que proyectos de ley como el de ‘terrorismo urbano’ y el ‘plan Bukele’ son populistas y no resuelven el tema de fondo. ¿Será la resaca de todo lo vivido?
Para analizar a un Perú que, según Hemingway, estaría “destruido, pero no derrotado”, se necesita tener la precisión de un cirujano y la paciencia del relojero suizo, toda vez que la principal dificultad del Estado es su incapacidad para hacer efectiva la ley. La solución debe tener un enfoque integral que combine prevención, control y sanción; por ello, es necesario fortalecer las instituciones, mejorar la educación y combatir las causas estructurales de la delincuencia.
En esa línea, se deben buscar nuevas soluciones a viejos problemas, como combatir la delincuencia y la criminalidad organizada, por ejemplo. No es para menos, porque se trata de un secreto a voces que el marco legal bajo el que se procesa este tipo de delitos (sicariato, secuestro y extorsión) necesita una reforma sustantiva, puesto que no podemos concebir estructuras jurídicas que sean producto de sociedades de hace 20 o 30 años. Hoy más que nunca recobran vigencia las sabias palabras de nuestro poeta César Vallejo: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.