Hilber Villavicencio

La salud mental en el Perú está rodeada de una serie de discursos que la sitúan desde el mito, pues se refuerzan y difunden estigmas sobre las afecciones mentales y se cree que sentirse bien es mérito de la fuerza de voluntad. En ocasiones, parece desestimarse su cuidado, incluso cuando el Ministerio de Salud ha reportado más de un millón de casos atendidos por problemas de salud mental a raíz de la pandemia. Por otro lado, urge poner especial atención a la salud mental en el Perú.

La necesidad es alarmante. Recordemos que nuestro sistema de salud mental se halla sobrepasado por la demanda; entre tanto, la violencia tiñe las relaciones sociales, el ‘bullying’ acecha a los escolares y pareciera que la ruta del entendimiento mediante el diálogo resulta agreste. En ese sentido, la salud mental no es solo una cuestión de sanidad, sino también de conciencia y prevención.

Desde la psicología, la salud mental se reconoce como un aspecto fundamental para el desarrollo del individuo y su sociedad, pues, como señala Maslow, “las personas enfermas son producto de una cultura enferma; las personas sanas pueden existir gracias a una cultura sana. Pero es igualmente cierto que las personas enfermas añaden un grado más de enfermedad a su cultura y que las personas sanas contribuyen a la salud de la suya propia”. Para contribuir con el desarrollo de personas sanas es necesaria la prevención en salud mental desde las diferentes dimensiones que componen nuestra sociedad: la familia, las instituciones educativas y universitarias, los centros laborales, el sistema de gobierno y la sociedad misma.

El enfoque debería centrarse en la prevención, logrando abarcar cada una de las dimensiones que comprenden al individuo y la sociedad peruana, de manera que puedan promoverse estados saludables de salud mental para todos los peruanos.

Hilber Villavicencio es estudiante de Psicología en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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