La congresista Ruth Luque ha empezado a tirar del hilo de una madeja incrustada en el corazón de un misterio envuelto en un acertijo. ¿Dónde estuvo la presidente Boluarte entre el 29 de junio y el 9 de julio del año pasado? De acuerdo con una versión que circula insistentemente en las redacciones periodísticas, ella se habría internado por esos días en una clínica sanborjina para someterse a una rinoplastia, pero quién sabe. Esas podrían ser solo historias que buscan reforzar la imagen de mandataria frívola que la señora se ha ganado ante la ciudadanía por las joyas oscorimas con las que empezó a aderezarse un año atrás.
Lo cierto, de cualquier forma, es que a lo largo de ese período, la prensa no registró actividades suyas de naturaleza alguna y en los salones de Palacio reinó un silencio sospechoso. La pregunta que la parlamentaria Luque se ha hecho, en consecuencia, resulta legítima: ¿quién sostuvo las riendas del poder durante esos once días? Si el Legislativo tuvo que aprobar una ley para que la actual jefe del Estado pudiese despachar virtualmente al salir del territorio nacional, ¿cómo así podría el país haber quedado huérfano de la autoridad que ella representa por más de una semana sin que se hubiese violado el orden constitucional?
La demanda toca un asunto espinoso y exige una respuesta oficial, en lugar de un chamullo sobre el “derecho a la intimidad personal” a cargo de un vocero de la presidencia improvisado para la ocasión. Mientras eso se resuelve, sin embargo, en esta pequeña columna queremos hacernos eco de una tesis distinta acerca de las razones por las que la presidente desapareció de la faz de la tierra por una breve temporada. Una teoría exótica y un tanto turbadora, a decir verdad, pero que no por ello merece ser ignorada.
–Abducción con yapa–
En el Hall de los Pasos Perdidos se escucha de todo. Incluso, rumores sobre abducciones extraterrestres. Esto es, secuestros de seres humanos perpetrados desde naves alienígenas con el fin de estudiar a nuestra especie, detectar sus debilidades y preparar una invasión sin atenuantes. “Llévennos con su líder”, les dicen siempre los marcianos a los primeros terrícolas que encuentran en su camino en las películas que abordan el tema, y aquí podría haber sucedido algo parecido... Solo que, en lugar de esperar a ser llevados ante el líder local, los visitantes del espacio exterior habrían tomado esta vez la iniciativa, sustrayendo a nuestra gobernante de su medio por la fuerza y trasladándola hasta su nave. En honor a la verdad, eso explicaría muchas cosas. En la confusión de los procedimientos quirúrgicos que supuestamente se ejecutan en situaciones como esta, por ejemplo, la rinoplastia podría haber sido una yapa involuntaria. Pero esa circunstancia no hace que disminuya nuestro escepticismo.
Sea como fuere, según los formuladores de esta teoría, durante esos días sin huella, los peruanos corrimos un grave peligro. Pero, terminados los exámenes, dicen ellos, los extraterrestres devolvieron a la mandataria al planeta y, por alguna razón, desistieron de los planes de invasión. Aunque desconcertada al principio, ella poco a poco volvió a ser la de siempre y ahí tenemos las cifras del INEI sobre el incremento de la pobreza en el 2023 para comprobarlo.
La tesis aquí expuesta –cuyos autores no son, como se ha sugerido, los congresistas Paul Gutiérrez y Germán Tacuri– es desde luego artificiosa y peregrina. Pero si las interrogantes planteadas por la parlamentaria Ruth Luque no son absueltas pronto de manera convincente, tendremos que empezar a levantar la mirada para escudriñar el cielo encapotado de nuestra ciudad con suspicacia. Y, quién sabe, también, con algo de esperanza.