Las razones por las que alguien no se baña dos veces en el mismo río pueden ser muchas. A lo mejor, tras la primera zambullida, descubrió que el agua estaba contaminada y decidió no repetir la experiencia. O en una de esas, la corriente lo arrastró hacia alguna catarata y, en esa medida, la primera cabecita fue también la última. Quién sabe.
En cualquier caso, Heráclito, un filósofo presocrático activo allá por el siglo VI a.C. y al que solía llamárselo también “el oscuro de Éfeso” (parece que por razones de corrección política, lo de “oscuro” ya no va), tenía una idea particular al respecto. Entendía él que todo cambia en esta vida y que, por lo tanto, ni el río ni el bañista serían exactamente los mismos en la eventualidad de una segunda inmersión: un original planteamiento que podría ayudarnos a no enfrentar las elecciones del 26 de enero con ese pesimismo que se percibe ya en las calles y en los medios.
Ocurre que, al revisar los nombres de quienes encabezan las listas parlamentarias que competirán próximamente por el voto ciudadano, la fantasía de renovación con la que Vizcarra endulzó su atropello al orden constitucional ha comenzado a diluirse. Todo sugiere, en efecto, que esa noche, cuando se abra el sobre con los resultados, nos toparemos con algunas figuritas repetidas.
Mauricio Mulder, por ejemplo, va de número uno en la lista del Apra por Lima, mientras que la de Fuerza Popular es encabezada por Martha Chávez y la de Juntos por el Perú, por Manuel Dammert. Y por ahí asoman también en otras listas Rosa Bartra, Renzo Reggiardo o Juan Sheput: no todos presentes en la representación nacional recientemente disuelta, pero sí en alguna anterior. Y si, como es previsible, algunos de ellos consiguen ser elegidos, la atmósfera de ‘Déjà vu’ que amenaza el proceso resultará ya ineludible.
—Puer senex—
Cabe anotar que está pendiente todavía la decisión del JNE sobre el derecho a postular en estas elecciones de los legisladores que conformaban el Congreso anterior. Pero mientras esperamos a ver si en esa institución reúnen la suficiente, digamos, presencia de ánimo como para ignorar las recomendaciones del emperador al respecto (la prohibición de la reelección parlamentaria, ha pontificado él, “debería aplicarse” en esta ocasión), podemos especular sobre lo que significaría el regreso de todos esos viejos conocidos al Hall de los Pasos Perdidos y sus ambientes anexos.
Decíamos líneas atrás que la sola posibilidad de que tal cosa llegue a suceder ha provocado desaliento entre los que soñaban, más bien, con un hemiciclo bullente de jóvenes sabios como los que presenta el tópico literario “puer senex”. Gracias a Heráclito, sin embargo, no todos los anhelos de esos soñadores tienen que darse por perdidos.
Pensemos: si nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, nadie puede tampoco sentarse dos veces en la misma curul. No solo porque el peso de tanto “come-pollo” ha de haber ido deformando esos taburetes a lo largo de nuestra historia republicana, sino también –y sobre todo– porque los propios congresistas van cambiando incesantemente. El Mauricio Mulder que ayer quería prohibir la publicidad estatal en los medios privados no será de seguro el mismo que visite las cabinas de radio y los sets de televisión durante la campaña que está por empezar. El Manuel Dammert que alguna vez calificó la mojiganga electoral con la que el chavismo quiso traerse abajo el Congreso opositor en Venezuela como “una jornada en la epopeya democrática de un pueblo por su libertad” no será de ninguna manera el mismo que responda en las semanas venideras a las preguntas de la prensa sobre las cerca de 6.800 ejecuciones extrajudiciales que, según un informe publicado por la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet, se produjeron en ese país durante los últimos dos años. Y la señora Rosa Bartra que en el 2016 postuló al Parlamento por Fuerza Popular no puede ser ciertamente la misma que postula ahora por Solidaridad Nacional.
Uno quizás crea que se sabe a estos sólitos aspirantes al Congreso de memoria pero, en realidad, ¿qué conoce de ellos? ¿Lo que dicen sus hojas de vida? ¡Por favor! No hace falta recordar que de alguna manera son compañeros de promoción de Yesenia Ponce –en lo que a su último ingreso al Legislativo se refiere– para tomarse esos resúmenes de su periplo vital con una pizca de sal.
La verdad es que son algo así como los desconocidos de siempre y su eventual retorno al palacio de la plaza Bolívar podría depararnos más de una sorpresa.
—¡Vizcarra, más trabajo!—
Un poco de experiencia, por otra parte, no estaría de más en la próxima conformación parlamentaria. Sobre todo si su primera tarea va a ser ponerle bridas al actual jefe de Estado que, ante la desaparición de contrapesos que su orden de disolver el Congreso supuso, parece sentirse eximido de tener que dar explicaciones sobre, por ejemplo, la feria de cargos de confianza otorgados a parientes de gente de su entorno en la Sunarp.
El esposo de la ministra de Salud y el hermano de la secretaria general de Palacio de Gobierno podrán haber renunciado a los puestos que efímeramente ocuparon en ese organismo (que forma parte del Ejecutivo), pero todavía queremos saber qué magia los llevó hasta sus oficinas y por qué si, como sostienen, no había nada irregular en sus nombramientos, salieron de ellas a paso de polca ni bien la prensa los puso bajo los reflectores.
Paciencia, entonces, si la noche del 26 de enero descubre usted que la nueva representación nacional repite muchos rostros de las anteriores. Recuerde que su mandato solo durará hasta el 28 de julio del 2021 y que para esa fecha ya habremos elegido a otra, rebosante de fulanos inéditos y cambiantes que, más temprano que tarde, provocará ahogar en el río.