Cuando alguien los llama “populistas”, los militantes de Acción Popular (AP) no saben muy bien cómo reaccionar. Algunos optan por asumir que la expresión es una versión abreviada de la denominación “acciopopulistas” y no se hacen problemas. Otros ensayan respuestas del tipo “si ser populistas es estar con el pueblo, lo somos a mucha honra”, que quieren ser ingeniosas sin necesariamente conseguirlo. Y unos últimos se incomodan por las connotaciones peyorativas que el término habitualmente tiene en el debate político y se empeñan por demostrar que su partido nunca incurrió en las prácticas demagógicas que lo caracterizan: un afán en el que suelen cosechar tanto éxito como los otros en el de ser ingeniosos.
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La verdad es que, desde el Ejecutivo y desde el Legislativo, la organización política fundada por Fernando Belaunde ha visitado en innumerables ocasiones la irresponsabilidad económica, ya sea en busca del aplauso inmediato o por temor a las pifias. Para no ir tan lejos, rememoremos el segundo gobierno del arquitecto, con todo lo que en él hubo de incremento de la deuda externa para financiar elefantes blancos, de financiación con emisiones inorgánicas del déficit fiscal (que, entre 1980 y 1985, fue de más del 6% anual en promedio y que era generado, entre otras cosas, por las empresas públicas que no se atrevían a privatizar) y de festival de banca de fomento. Y las virtudes de honradez y puntual respeto de la democracia del jefe de Estado de aquel entonces, que nadie pone en duda, no modifican un ápice esa realidad.
Ya fuera del gobierno y en épocas más recientes, populistas como Yonhy Lescano o Víctor Andrés García Belaunde han rendido, por otra parte, tributo a esa tradición desde el Congreso. Y siempre, por supuesto, con la palabra ‘pueblo’ a flor de labios.
–Gremlins con lampa–
Populistas como son y han sido en AP, en consecuencia, la circunstancia de que un grupo de dirigentes y, digamos, figuras partidarias les dirigiera a inicios de esta semana una carta a los miembros de la actual bancada belaundista diciéndoles, en buena cuenta, que no sean populistas es, simultáneamente, motivo de hilaridad y alarma.
Hilaridad por el cuajo y las pocas ganas de mirarse en el espejo que el mensaje entraña. Y alarma por lo grave que tienen que haber sentido los remitentes de la carta que es la situación para llamarles la atención a los parlamentarios de su partido de manera pública.
En el documento, efectivamente, los firmantes advierten a sus correligionarios que “el país no está para experimentos sociales que en el pasado ya han fracasado” y que la situación de emergencia “no nos puede llevar a propuestas económicas equivocadas que empeoren la situación financiera del país”. Particularmente invitadora al escarnio es la frase en la que afirman: “Estas recetas de condonaciones de deudas ya las conocemos, y en el pasado solo generaron más pobreza”. Un brote de lucidez en el que, por un instante, se insinúa la autocrítica… para luego desvanecerse entre el floro de las consignas partidarias de siempre.
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¿Cuáles son los “experimentos sociales” y las “propuestas económicas equivocadas” que los actuales legisladores de AP estarían impulsando o apoyando y que preocupan a las presuntas mentes sutiles del Paseo Colón? Pues lo que se ha hecho y quiere todavía hacerse con los fondos de las AFP, con el cobro de los peajes a nivel nacional, con los precios de determinados productos, con el pago de los servicios públicos o con los intereses de las deudas bancarias o de créditos de consumo. Sin olvidar, por supuesto, iniciativas que, sin ser de corte directamente económico, destilan tanta vocación demagógica como las anteriores y postulan ideas novedosas como la expulsión de los migrantes venezolanos, la convocatoria de un referéndum para modificar la Constitución y el establecimiento de la cadena perpetua para los altos funcionarios públicos que cometan delitos de corrupción (una versión de las ideas de Antauro con los bigotes recortados).
Se trata por cierto de un menú que le eriza los pelos a cualquiera, pero habría sido deseable que quienes tienen aspiraciones presidenciales en AP se pronunciasen al respecto de manera orgánica y anticipada, y no esperasen a que los ‘gremlins’, con o sin lampa, comenzaran a romper las cosas y a pintarrajear las paredes en el Parlamento para hacerlo.
La menguada presencia de ánimo de los líderes del belaundismo para poner freno a la bacanal populista, además, se puso de manifiesto el día mismo de la divulgación de la carta, cuando uno de los firmantes comenzó a quitarle el cuerpo a la llamada de atención diciendo que “cuando hay tantas firmas, nadie está de acuerdo con todo el documento” o que “quizás se pudo redactar de otra manera”.
–Otro manguerazo–
Nos referimos, para que no quepan dudas, al amigo ‘Vitocho’ que, en la medida en que se adhirió con entusiasmo a las medidas con relación a las AFP y los peajes (según dijo, la demanda de inconstitucionalidad contra la suspensión del cobro en este último caso era un “boicot interesado” del Ejecutivo para favorecer al ‘Club de la Construcción’), mal podía sugerir después sin algo de rubor en el rostro que aquellos fueron “experimentos sociales”.
Por otra parte, el congresista Otto Guibovich, portavoz de la bancada a la que iba dirigida la timorata reconvención, les ha hecho saber a quienes la suscribieron que el partido “no tiene dueños”. Una forma cordial de anticiparles que, en materia de decisiones irresponsables para complacer a las tribunas, no solamente no van a retroceder, sino que piensan sacarle lustre al eslogan aquel de “¡adelante!”.
A pocos días de haberse celebrado un aniversario más del histórico manguerazo que dio origen al proyecto político de los belaundistas, cabe preguntarse si no irá siendo ya hora de que les caiga otro