Hasta el colapso del sistema de partidos en los años 80, los bloques regionales eran fácilmente descritos políticamente: el norte era un bastión aprista, mientras la izquierda era fuerte en el sur y el centrista Acción Popular reinaba en la selva. Lima solía votar de acuerdo con el ánimo conservador pepecista. Según estos pesos y contrapesos, se podía especular quién ganaría una elección: la victoria en una provincia rápidamente se reproducía en las provincias vecinas.
El año que termina, en cambio, ha confirmado a las regiones como un campo de batalla distinto, en que se repite la gran fragmentación e inestabilidad, la necesidad de recorrerlas y la relevancia de sus actores políticos.
Mientras en Lima la escena nacional se ve poblada de cerca de 20 planchas presidenciales y mutaciones políticas sorpresivas, en regiones se ven crecientemente espacios que son gobernados por dos tendencias marcadamente distintas. En enero, por ejemplo, Fuerza Popular tomó brevemente la alcaldía provincial de Cajamarca para convivir con el Movimiento de Afirmación (MAS) del encarcelado Gregorio Santos, que ganó la gobernación regional. La aparente bipolaridad fue breve: el alcalde Manuel Becerra, el transitorio fujimorista, renunció a Fuerza Popular a fines de abril. En noviembre, Becerra empezó a apoyar a César Acuña.
Además, desde que Belaunde en la década del sesenta impusiera la idea de las “conquista del Perú por los peruanos” la idea de recorrer el país llevando un mensaje político no ha dejado de seducir a los candidatos. Uno de ellos, Mario Vargas Llosa narra en “El pez en el agua” sus incansables recorridos en las provincias peruanas durante su infructuosa aventura electoral de 1990.
La campaña que se inicia por estos días no es la excepción. Mucho antes de que comenzara oficialmente el calendario electoral, los dos principales candidatos recorrían incansablemente el territorio nacional. Frente a los aburguesados ex presidentes, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se “ensuciaban los zapatos”, recorriendo distritos y provincias en todas las regiones, acumulando no solo valiosas enseñanzas, sino también nuevas (¿efímeras?) lealtades y aliados. En CADE 2015, la candidata de Fuerza Popular sacó lustre a sus viajes y exploraciones recientes: inició su presentación mencionando a Curgos, el distrito más pobre del Perú, ubicado en Sánchez Carrión, en la sierra de La Libertad.
Asimismo, muchos candidatos se han preocupado por insertar a ex gobernadores regionales en sus planchas presidenciales. Al incorporar a Vladimiro Huaroc, gobernador regional de Junín (2007-2010), la candidata de Fuerza Popular procura un toque experimentado y regional a su apuesta. Con Martín Vizcarra (Moquegua, 2011-2014), PPK terminó de darle un futuro político a un político con futuro. Quizás por los cambios recientes en la legislación (la máxima autoridad regional no es más un “presidente”), César Acuña (La Libertad, 2015) dejó de ser gobernador regional en octubre: el título al que realmente aspiraba era el de “presidente”. Alan García, en tanto, hace recordar que hubo un presidente regional en Apurímac llamado David Salazar (2007-2010). Y hasta Daniel Urresti recluta a otro ex gobernador regional de nombre tan lejano y ajeno como su región: Maciste Díaz (Huancavelica, 2011 y 2014).
El 2015 trajo consigo la consolidación de las regiones como un factor relevante: un rompecabezas que al terminar de armar podría revelarnos lo que viene el 2016. El candidato ganador deberá sobrellevar la fragmentación que lo hará acumular caudal a cuentagotas con aliados pasajeros; demostrar que “se ha ensuciado los zapatos”; y pondrá a prueba si la inclusión de un nombre en la plancha le ha significado algún bolsón de votos.