Crónica desde la zona del muro de concreto en el límite con Ecuador

A Abel Jiménez Mayón lo desalojaron a la fuerza. El 14 de febrero, recuerda él, llegaron policías de Ecuador y tumbaron los puestos improvisados donde descargaba el pescado que compraba, todas las madrugadas, en Aguas Verdes, en el lado peruano de la frontera. Ese día desalojaron a cientos de comerciantes –peruanos y ecuatorianos– de productos hidrobiológicos que trabajaban en Huaquillas, ya en territorio vecino. Un mes después, se inició la construcción de un muro de concreto.

El muro, de 4 metros de alto y más de un kilómetro de largo hacia cada lado del puente internacional, paralelo al canal de Zarumilla, preocupa a peruanos y ecuatorianos en una zona donde la principal actividad es el comercio, en gran parte informal.

Según han explicado las autoridades ecuatorianas, el muro forma parte del futuro parque lineal de Huaquillas, que ocupará un espacio de casi 25 mil m2, y evitará el contrabando fluido, además de prevenir eventuales inundaciones en la zona. Esperan terminar de construirlo en setiembre de este año.

En una nota diplomática entregada por el director general de América de la cancillería, embajador Hugo de Zela, al embajador de ese país en Lima, José Sandoval, se indica que la obra “impacta negativamente en la integración fronteriza”. Dijo además que, según el Acuerdo de Bases del año 1998, Ecuador debe dejar disponibles 10 metros en la margen derecha de dicho canal.

Poco después de enviada esta misiva, y cuando el asunto saltó a los periódicos y las redes sociales, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa escribió en Twitter: “¡Es increíble cómo la mala prensa puede hacer una tempestad en un vaso de agua! Nosotros no construimos ‘muros’, construimos PARQUES”. La mayúscula es suya, el tono agresivo también.

–La palabra del muro–

Manuel López Asalde, otro antiguo comerciante peruano de la zona, recuerda los días más difíciles del conflicto del Cenepa, en el verano de 1995, cuando luego de cuatro días de cierre de frontera los soldados de ambos bandos se dieron una tregua para abastecerse. La dependencia económica entre ambas localidades fronterizas es tal que casi no había alimentos ni en Huaquillas ni en Aguas Verdes. Poco antes de que estalle el conflicto, empresarios y comerciantes de los dos países se habían reunido en la línea de frontera para realizar actos simbólicos y evitar un inminente enfrentamiento armado. “Ni siquiera durante en la guerra hubo un muro”, comenta López.

De acuerdo con la Sunat, el contrabando por la frontera con Ecuador se estima en más de US$66 millones anuales. Aquí se vende de todo, desde cigarrillos hasta balones de gas, petróleo y gasolina (que luego se comercializa en varias zonas de Tumbes). El Comercio recorrió esta semana la zona. Incluso ahora, con el muro, carretillas con cebolla peruana y triciclos con balones amarillos de gas ecuatoriano cruzan la frontera.

Según la policía peruana, en la localidad fronteriza de Zarumilla operan cinco bandas dedicadas al contrabando y otros ilícitos: Los Rezagos del Sordo Vite, Los Bolongos, Los Chivitos, Los Málaga y una conocida como La Banda del Tropezón.

Esta no solo es una frontera abierta al contrabando, sino también a los prófugos de la justicia de ambos países. En setiembre del 2015 Gerald Oropeza, peruano procesado por narcotráfico, fue capturado en Salinas, una playa ecuatoriana; había escapado con facilidad del Perú cruzando la frontera aparentemente con la complicidad de policías y funcionarios de ambos países. Un año después, el ex gobernador regional de Tumbes, Gerardo Viñas, también fue capturado en una vivienda de Quito.

Como dicen algunos comerciantes peruanos y ecuatorianos de la zona, la corrupción es la principal razón por la que esta es una puerta abierta. Los contrabandistas pagan sobornos según la cantidad de productos, y esta dinámica es constante. “Dicen que están construyendo el muro para combatir el contrabando. Pero esta frontera tiene 700 kilómetros de largo desde el puente internacional hasta Macará, y este muro solo cubrirá uno o dos kilómetros”, dice el comerciante Manuel López.