La introducción de nuevos alimentos es una etapa en la que los padres primerizos deben tener mucho cuidado, ya que, según el Ministerio de Salud, la mayor prevalencia de anemia entre los menores de 3 años ocurre entre los 6 y 11 meses (Foto. archivo)
La introducción de nuevos alimentos es una etapa en la que los padres primerizos deben tener mucho cuidado, ya que, según el Ministerio de Salud, la mayor prevalencia de anemia entre los menores de 3 años ocurre entre los 6 y 11 meses (Foto. archivo)
Redacción EC

Hasta los 6 meses de nacido, el alimento exclusivo del niño debe ser la leche materna. A partir de allí, sus necesidades nutricionales crecen, porque su organismo entra a un punto alto de desarrollo físico y neuronal, y debe aprender a consumir otros alimentos. Este período de alimentación complementaria para el niño es un momento de exploración, de descubrimientos, y depende de los padres ser los mejores guías.

“Es normal que al inicio el niño devuelva lo que come, es parte de su aprendizaje, no quiere decir que no le guste”, afirma Graciela Respicio, nutricionista de la consultora Ceres Nutrir.

La introducción de nuevos alimentos es una etapa en la que los padres primerizos deben tener mucho cuidado, ya que, según el Ministerio de Salud, la mayor prevalencia de entre los menores de 3 años ocurre entre los 6 y 11 meses. Para que el lactante no se sienta tan lejano a estos nuevos sabores, Respicio recomienda que la madre agregue su leche materna en la preparación de la papilla.

Otra recomendación es no abusar de papillas muy diluidas o caldos poco consistentes. Tania Alfaro, nutricionista de la clínica Internacional, señala que es mejor que el niño coma alimentos sólidos. “En una sopa se diluyen los nutrientes y la capacidad digestiva de los niños es pequeña”, precisa.

Los especialistas señalan que entre los 6 y los 8 meses, los menores deben comer de dos a tres veces al día, a los 9 meses tres veces más un refrigerio, y a partir de 1 año comer cinco veces al día (desayuno, almuerzo, cena y dos refrigerios, uno a media mañana y otro a media tarde).

“Al inicio yo recomiendo dar de probar alimentos de uno en uno, esperando tres días para introducir un nuevo alimento, observando cómo reacciona el niño, por si surge una intolerancia o alergia”, dice Alfaro.

—El menú de partida—

María Marull, jefa de la carrera de Nutrición en la Universidad Peruana Cayetano Heredia, explica que hay tres tipos de alimentos que se deben combinar en el almuerzo y la cena del niño: puré de algún tubérculo (papa, yuca, camote) o zapallo, verduras diversas muy picadas –sin sancocharlas demasiado para evitar que pierdan sus nutrientes– y un alimento de origen animal (en una medida de dos cucharas), como carnes rojas o pollo, y en especial algunas fuentes de hierro recomendadas para prevenir la como la sangrecita, hígado o bofe.

Toda esta combinación debe servirse bien triturada o picada, pero nunca licuada, porque lo importante es que el niño aprenda a deglutir.

Como sucede con los adultos, en la dieta del niño no deben faltar verduras ni frutas. En especial las que son de color amarillo, naranja y verde, porque contienen caroteno y folatos, que protegen y ayudan a regenerar células del aparato digestivo y del respiratorio.

—La buena mesa—

“Lo importante es que desde que son niños uno empiece a generar buenos hábitos con los hijos. Es clave combinar alimentos ricos en hierro con alimentos propios de cada región”, dice el viceministro de Salud Pública, Gustavo Rosell. Si los padres no se alimentan de manera saludable, es probable que tampoco alimenten bien a sus hijos pequeños. Para recuperar buenos hábitos, el Ministerio de Salud articula programas en centros de salud y en escuelas para enseñar a preparar platos nutritivos con poco presupuesto. A la vez el Control de Crecimiento y Desarrollo del Niño Sano (CRED), un monitoreo permanente que se hace a los niños cada mes en los centros de salud, es clave para hacer correcciones en la dieta de los menores.

La nutricionista María Marull recomienda que el niño no pruebe azúcar, sal y menos algún condimento por lo menos hasta el primer año, para que así sus papilas gustativas no envejezcan tan pronto, sino que se desarrollen poco a poco. Es mejor que pruebe, por ejemplo, el azúcar natural de las frutas.

Según los especialistas, la antigua costumbre de las familias de querer que los pequeños terminen todo lo que está servido en el plato debe quedar atrás. Los padres deben estar alertas a las indicaciones de saciedad de sus hijos, porque darles de comer de más es uno de los principios de la obesidad infantil.

Opinión

El Poder de la papa nativa contra la anemia. Por Celfia Obregón Ramírez, directora del CITE papa y otros cultivos nativos

Hasta cumplir los 10 años, nunca comí fideos ni arroz. Mi infancia sucedió en los Andes, en Áncash, pero después del terremoto de Yungay mi familia y yo tuvimos que mudarnos a la ciudad. De niña comía todo lo que cultivaban mis padres: papas, ocas, ollucos, mashua, cancha, kiwicha, yacón y muchas cosas más. También arrancaba frutos que crecían a mi alrededor como el aguaymanto y las moras. Hoy, como agrónoma y directora del CITE Papa y otros cultivos nativos, estoy segura de que, gracias a esa dieta de mi infancia, tengo la vitalidad que tengo a mis 60 años.

Nuestro país es un invernadero natural. Gracias a sus microclimas a lo largo de todo su territorio, tenemos una inmensa biodiversidad comestible. Por eso, cuando veo las cifras sobre desnutrición y anemia en el ámbito nacional, siento que es urgente que los peruanos volvamos a consumir lo nuestro.

Para combatir la anemia en los niños, los padres tienen que revisar las papillas de sus hijos. Después de la lactancia exclusiva, la papa es el primer alimento sólido que comen los bebes peruanos. ¿Pero qué papas? Es mejor que demos prioridad a nuestras papas nativas como la tumbay, la peruanita, la huamantanga. Las miles de variedades son altas en hierro y zinc.

Los científicos han comprobado que las papas de pulpa amarilla tienen alta presencia de vitamina C y las de pulpa pigmentada son ricas en antioxidantes. En el Perú, tenemos una papa maravillosa que crece sobre los 3.000 m.s.n.m.: la qeqorani. Al partir esta papa, encontramos una pulpa amarilla y morada, un solo alimento listo para combatir la anemia.

Si los campesinos conocieran el valor nutricional de este cultivo, empezarían a dársela primero a sus niños.

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