Dos Miró Quesada y la clase obrera, por Francisco Miró Quesada
Dos Miró Quesada y la clase obrera, por Francisco Miró Quesada

Imagínese usted una sociedad sin sindicatos, ley de accidente de trabajo, ley de las ocho horas, seguro de desempleo (que todavía no hay en el Perú), CTS, acciones laborales, dividendos para los trabajadores, ni accionariado difundido. Bueno, eso ocurrió en el siglo XIX, época denominada como ‘capitalismo salvaje’, porque hombres, mujeres y niños trabajaron sin límites de horarios ni beneficios sociales para el enriquecimiento de su patrón, sea de una hacienda o de una fábrica.

Contra esta inhumana situación se alzaron voces y movimientos. El Perú no estuvo ajeno a este problema y, hace 100 años, dos miembros de mi familia decidieron deponer sus intereses inmediatos al servicio de los trabajadores que sufrían las mismas injusticias  que los trabajadores en otros lugares. Contra esto se alzaron algunos de los propios trabajadores, por eso el 1 de mayo, Día del Trabajo, se recuerda a los mártires de Chicago. 

Me refiero a Luis y Óscar Miró Quesada de la Guerra. Leo en la sección de El Comercio Un Día Como Hoy Hace 100 años, escrita por mi querido y dilecto amigo, el historiador y fino escritor Héctor López Martínez, que el 21 de abril de 1917 se proclamó la candidatura por Lima al Congreso de Luis Miró Quesada y Gerardo Balbuena. Estas candidaturas tuvieron el respaldo de numerosas sociedades obreras, de los trabajadores de las fábricas y talleres de Lima, pero además el texto publicado dice que “con la ley de accidentes de trabajo y otras de esa naturaleza dictadas por la iniciativa de Miró Quesada, han resurgido los derechos del pueblo capitalino”.

Como se sabe, Luis Miró Quesada y José Matías Manzanilla –curiosamente también tío mío, pues se casó con mi tía abuela Victoria  Rada– elaboraron el proyecto de ley de las 8 horas de trabajo, que luego sería aprobada por el Congreso de aquella época. Esta ley, junto con la de accidentes en el trabajo, fue un gran aporte para alcanzar la justicia y equilibrar el poder en las relaciones trabajadores-patrón. Además, reforzó a los sindicatos, palabra que se remonta al griego ‘sindiké’, de ‘diké’, ‘justicia’. Es decir que desde su raíz etimológica esa palabra fue bien escogida, porque es justo que haya sindicatos para equilibrar el poder entre quienes dirigen una empresa y los trabajadores. Y también para que los trabajadores colectivamente velen por los derechos adquiridos.

Tiempo después, a comienzos de los años 60, Luis Miró Quesada creó la Caja de Protección y Asistencia Social del Canillita. En un inicio, él mismo la financió a través de El Comercio, y ahora es financiada por el MEF, que destina una suma de dinero insuficiente para atender las necesidades de los 30 mil canillitas en todo el país. Hoy, sin embargo, la caja social incluso podría desaparecer si se convierte en ley la creación de un fondo (Fonasscan) aplicable a la empresa periodística promovida por unos cuantos fujimoristas, lo que además demuestra y no deja duda sobre que todavía se mantiene el impulso y la vena autoritaria de los herederos del dictador Alberto Fujimori. Porque detrás de este proyecto, y de otros, hay la intención de amordazar a la prensa.

Por su parte, tengo en mi biblioteca un diploma que la Confederación de Trabajadores otorgó a Óscar Miró Quesada de la Guerra, mi abuelo, conocido como Racso. Ese diploma me lo regaló Alfonso ‘Foncho’ Miró Quesada, su penúltimo hijo. En ese documento se dice que la CGTP le otorgaba dicho reconocimiento “por su constante labor en la prensa a favor de la clase obrera”.

¿Que había hecho Racso? Bajo el lema “si el pueblo no puede ir a la universidad, la universidad debe ir al pueblo”, inició lo que él llamó la extensión universitaria a través de El Comercio no solo escribiendo sino dictando conferencias en los centros de formación obrera que existían en esa época. También enseñaron en estos cursos de extensión otros académicos sanmarquinos, como Juan Bautista Lavalle y su hermano Miguel Miró Quesada, dedicado a la enseñanza de la pintura.

En mi familia hasta ahora subsiste una vena artística que se aprecia en las obras de Rafael García Miró (pintura), Álvaro Roca Rey (escultura), Miguel García Miró (música) y en las nuevas generaciones, como en Diego Miró Quesada Mejía (poesía), Helena Miró Quesada Westphalen (teatro) y Josefina Miró Quesada Gayoso (canto).

Estos antecesores míos a los que llamo epónimos, por el civismo que antepusieron a sus propios intereses económicos, nos han dejado un legado moral, cultural, académico y de sensibilidad social que debe recordarse y recuperarse en las actuales y futuras generaciones.

Nos han legado un mensaje en donde los valores espirituales y la ética deben primar sobre los intereses económicos, porque son esos valores los que aglutinan a las familias, a las sociedades y a los pueblos. A veces hay que recordar el pasado para corregir el presente y mirar confiados hacia el futuro.

Contenido sugerido

Contenido GEC