Por Iris Pneuma
Recuerda que la primera vez que hizo reír al público fue en una actuación de su colegio. Patricia Portocarrero estaba con sus amigas representando “El show de July”. Y ella eligió interpretar el papel de una mamacha. “Metí chongo. Dije: “señorita July, le he traído una gallina de regalo para que me saque en TV”. La gente se mató de risa. Sentí que la pasaban bien conmigo, y me gustó. Ahí pensé: ‘quiero ser actriz’”.
Durante varias temporadas fue Sor Rita en la serie “El santo convento”. Luego dejó los hábitos de ese personaje para encarnar a María Elena, una viuda y madre de dos hijos en “Ven Baila Quinceañera”. El cambio ha sido grande y lo nota a diario. “La magia de Sor Rita era que tenía una nariz y cambiaba la voz. Estaba cubierta. Nadie me reconocía, no pasaba nada. En cambio, el personaje de María Elena es mi cara, no hay cómo ocultarlo”.
He leído que querías ser mamá a los 20
Cuando nacieron los hijos de mi hermana Cecilia, yo tenía 20 y decía qué chévere. Quizá era la necesidad de tener a quien cuidar. La maternidad me era ajena pero no lejana.
¿Tuviste relaciones largas?
La muerte de mi papá a mis 22 años marcó todo. A raíz de eso decido ser actriz, me voy de la casa y aparece mi primer enamorado. Estuvimos 6 años. Eran de esas convivencias que aunque no vivías con él, toda tu ropa estaba en su casa. Era estudiante de Antropología, medio poeta, abrió un mundo desconocido para mí.
¿En qué sentido?
En esa relación fui descubriendo mi sexualidad y coquetería. Me fui encontrando más bonita, empecé a arreglarme, me sentía más guapa. Esas cosas te van dando seguridad. El sentirte aceptada también por una pareja. Ahora me importa tres rábanos, yo me quiero y acepto como soy. Pero cuando eres joven buscas la aceptación del otro, depositas mucho en el otro, cosa que está mal.
¿Y cómo eras en ese momento?
Era secretaria, bastante frívola en el mejor sentido. Me gustaba la moda. Juerguear con mis amigas. No leía, no consumía teatro. Quería ser actriz, pero no sabía dónde. Había visto una obra en mi vida. Era muy melodramática, si hay algo que soy, es eso. Mis rupturas eran en un viaje, en una playa, con llantos.
¿De dónde viene eso?
De mi madre y de las novelas de Corín Tellado que leí de los 6 a los 14 años. El romance idílico. Cuando acabé esa relación, comenzó la vida loca. Ahora ya no me enamoro, no tengo tiempo. Netflix es mi pareja. Me encanta, no me reclama nada.
¿Y el padre de Milan?
Fuimos pareja dos meses. El último día que estuvimos juntos nos amamos en la mañana, hicimos a Milan, y en la tarde terminó conmigo. No sabía que estaba embarazada. Es un músico argentino. Hasta eso fue melodramático.
¿Cómo fue ese proceso?
Ya había buscado ser mamá de forma artificial con mi pareja anterior. Estuve casi dos años con él. Yo quería ser mamá, él no quería ser papá. Y le propuse hacerme una inseminación de donante anónimo. Pero no quedaba embarazada. O quedaba y lo perdía. Lo buscamos pero tuve una pérdida y se acabó todo. No quise saber nada.
¿Qué te gustaría desterrar de lo que se dice de las madres solteras?
A veces se les ve con un poco de lástima, “qué pena que se quedó soltera”. Somos luchadoras 100%, organizamos nuestra vida en función a ser madre y trabajadoras. No sé por qué hay eso de “pobrecita, la abandonaron”. Yo no lo siento así, porque tengo una personalidad fuerte, pero sí veo y escucho lo que dicen otras personas. Yo trabajo desde los 17 y si bien el padre de mi hijo está presente cuando lo necesita, yo soy independiente y feminista.
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Fotos Rafo Iparraguirre
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