JUAN PABLO LEÓN
El pintor Pascual Mimbela entra a trabajar a las seis de la mañana. Su oficina es un espacio de arena ubicado a unos 20 metros por debajo de la superficie del mar, entre corales, meros, algas, tortugas y cangrejos. Nada mal para un día de verano en la playa Los Órganos, en Piura.
Lo acompañan un buzo de seguridad, una fotógrafa y diez cámaras de video durante los 40 minutos que dura su tanque de oxígeno: el primer peruano que se atreve a pintar in situ el fondo marino debe ser documentado. Mimbela se abstrae, se concentra; ni siquiera la gravedad cero lo distrae. Saca espátulas, óleos y pinceles, y ubica su lienzo en el suelo marino.
Terminar un óleo antes de que el medidor de oxígeno esté en rojo no es el único desafío. Estar sumergido entre tanta riqueza marina también modifica los colores reales. El primero que desaparece bajo el agua es el rojo, que ahí se vuelve guinda, y lo mismo pasa con el resto. Solo en la superficie se verán las verdaderas tonalidades.
El movimiento que revuelve el fondo del mar y levanta la arena también es parte de la rutina, pues impide la visibilidad. Por momentos, todo el cuadro de Pascual desaparece entre el polvo marino hasta que, nuevamente, el azul verdoso vuelve a colorear el paisaje.
UN PIONERO
Pascual Mimbela nació en Piura el 14 de abril de 1968, en un barrio talareño situado a menos de 50 metros del mar. Desde niño practicó la pesca y convivió con cientos de especies.
Su padre, Ángel, también artista y pescador, tiene el récord histórico de haber pescado un mero de 320 kilos con arpón, en 1972. Por esos años, el niño Pascual obtenía los primeros puestos en cuanto concurso de arte escolar se inscribía. “¿Por qué no pintar el fondo marino?”, se preguntaba entonces. Solo en 1993, cuando consolidaba su carrera como artista, comenzó a investigar sobre esta tendencia que solo un puñado de artistas se ha atrevido a poner en práctica a lo largo de la historia.
Uno de ellos, por ejemplo, es el francés André Laban, que navegó durante dos décadas en el barco del explorador Jacques Cousteau. El truco de Laban estaba en la tela, la cual era recubierta con grasas especiales para impermeabilizarla.
Pascual Mimbela es más discreto al momento de hablar de su secreto para plasmar corales, antiguos muelles y especies marinas. “Lo único que te puedo decir es que el aceite no se mezcla con el agua. El óleo va del tarro al lienzo y se queda ahí”, asegura este piurano, que ha encontrado su propia manera de mostrar al mundo la riqueza que nada por debajo de las olas y de impulsar su protección.