Hubo una época en que Máncora era una playa amplia, con arena blanca y unos pocos hospedajes y casas de playa desperdigados a lo largo de la costa. “Era un destino que solo conocían los surfistas. No había bulla ni tanto desorden, como ahora”, cuenta Javier Ruzo, dueño de uno de los hoteles-restaurantes más representativos de este balneario.
La decadencia de Máncora empezó hace unos 10 años con la explosión demográfica urbana, la desenfrenada construcción de armatostes de cemento, la aparición de ambulantes y la desidia de autoridades que evitaron comprarse el pleito. “No tenemos un plan de desarrollo urbano”, reconoce el alcalde de este distrito, Florencio Olibos.
Ahora lo que abunda en la playa de Máncora son filas de sombrillas colocadas sin ningún orden, vendedores informales, turistas esquivando cuatrimotos y motos acuáticas, mascotas y apenas dos o tres policías municipales observando esta triste escena diaria. “Si hubiera un incendio en la playa, el camión de los bomberos no podría ingresar porque el acceso principal al malecón ha sido tomado por los ambulantes”, advierte el jefe de serenazgo, Roder Chiroque.
—Un mar de problemas—
El primer día del año, diversos medios difundieron imágenes de Máncora llena de basura y desperdicios luego de las celebraciones. Lucía Echecopar, presidenta de la Asociación Ambiental de Máncora, dice que no está preocupada por la basura regada. “La verdadera amenaza es el caos en la playa, los ruidos molestos, los ambulantes y carpas, las cuatrimotos y otros vehículos”, comenta. En la zona conocida como Las Pocitas hay además caballos que circulan por la arena paseando a turistas.
Por las noches, el panorama es aun peor, pues a los ruidos molestos provenientes de los bares y discotecas se suma la venta libre de droga. Integrantes de una de las bandas dedicadas a este ilícito, conocida como Los Charapos, fueron capturados por la policía dos veces el año pasado. Según cuenta el comisario de Máncora, capitán PNP Pier Ruiz, poco tiempo después fueron liberados por un juez.
El municipio de Máncora emitió hace un año la Ordenanza 010-2015, que prohíbe el uso, manejo y circulación de cuatrimotos, motos acuáticas y ‘bananos’, así como animales que transiten por la playa. La idea es ordenar la playa, evitar accidentes y cuidar la integridad física de los bañistas. Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible recuperar el balneario.
El alcalde Olibos comenta que se ha comenzado a notificar a los dueños de 20 negocios recreativos de la playa. “No nos han hecho caso, porque no tenemos personal ni presupuesto para desalojarlos; apenas tenemos ocho funcionarios en el área de Fiscalización. Estoy coordinando con la policía para recuperar la playa”, dice. Por lo pronto, el área legal del municipio analiza la posibilidad de imponer multas (de hasta S/2 mil) para quienes arrojen desperdicios en la playa; al mismo tiempo, se han instalado cinco tachos de gran tamaño a lo largo de esta.
La municipalidad ha evaluado varias opciones para estos negocios; una de ellas es reubicarlos hacia el puente Cabo Blanco, pero los vecinos sostienen que solo sería trasladar el problema a otro lado. “Vamos a estudiar todas las opciones, y vamos a recuperar la playa”, agrega el alcalde.