(El Comercio)
Redacción EC

Hace 45 años; el húngaro Laszlo Toth irrumpió en la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, y dañó la famosa estatua de La Piedad a martillazos.

A fin de restaurar la obra esculpida en el siglo XV, el Vaticano se topó en sus archivos con una enorme sorpresa: existía una réplica. Esta se hallaba en la ciudad de Lampa, en la región de Puno.

Por razones desconocidas, en 1960 el senador peruano Enrique Torres convenció al Papa Juan XXIII de enviar una réplica a la ciudad donde había nacido.

El Vaticano envió una escultura de yeso blanco, que era muy pesada para colocarla en el domo de la capilla de la iglesia, por lo que se hizo otra en Lima, de color negro y de aluminio.

Las estatuas están en Puno ahora. Ambas necesitan restauración especializada.  

Esta segunda estatua se autorizó con la condición de que se destruyera la primera, lo cual nunca se hizo.  

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