(Hugo Pérez / El Comercio)
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Renzo Giner Vásquez

Una puerta tras el escritorio de Patricia Vega-Centeno da acceso a un pequeño cuarto en el que yacen los únicos restos encontrados de un oficial peruano que participó en la Batalla del Alto de la Alianza, durante la Guerra del Pacífico.

“Su nombre es Felipe, lo hallamos hace tres años en Tacna y lo tenemos acá [en la Escuela Militar de Chorrillos]. Esperan que la gente se acuerde de este héroe”, nos cuenta.

— ¿Qué es un héroe?
Es difícil de definir porque a través de la historia hay distintos tipos de héroes, un héroe de la antigua Grecia es diferente a uno de la época medieval, por ejemplo.

— Pero deben tener algo en común...

Sí, diría que un héroe es cualquier personaje que hace algo extraordinario por el bien de otro. Un segundo punto es que realizan estas acciones en cumplimiento de su deber, como algo que les nace, por voluntad propia y guiados por un código de ética. Alfonso Ugarte no se lanzó pensando en convertirse en un héroe, su moral y el amor al Perú lo llevaron a hacerlo.

— ¿Entonces lo heroico está inevitablemente vinculado a lo ético?
Es más, hoy en día decirle no a un acto de corrupción o hacer algo por alguien más debería ser considerado un acto heroico si vemos nuestra situación actual. Somos una sociedad que olvida fácilmente y que está más con los antihéroes.

— Quizás celebremos el bicentenario en medio de estos antihéroes...
Eso me preocupa mucho porque no es cualquier fecha. Si no tomamos conciencia, tendremos problemas. Debemos reflexionar.

— Volvamos a los héroes, ¿a cuál escogería?
El sacrificio de Bolognesi me impacta tanto. Saber que está abandonado, que va a morir y aun así no moverse por amor a su patria. La caballerosidad de Grau, los gestos tan humanos. Te juro que con dos de esos héroes hoy en día el Perú cambia.

— Yo creo que necesitamos muchos más...
Y en eso estamos trabajando al revalorar nuestro pasado y traer a la memoria a pilares de la construcción de nuestra sociedad, como Felipe. Pero también pasa que confundimos mucho a los héroes con los superhéroes. Ahorita tenemos a muchos héroes vivos y no nos damos cuenta.

— ¿Como quién?
Como los bomberos. Nadie se entrega de forma más desinteresada al bienestar del prójimo. Ellos sacrifican todo por amor a su patria.

(Hugo Pérez / El Comercio)
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— Para mí su trabajo también es heroico, se dedica a recuperar la historia.
Para mí, mi trabajo es un sueño. Renuncié a mi antiguo cargo para financiar toda la investigación de Felipe. Afortunadamente desde hace medio año la USIL me apoya, permitiéndome trabajar en la Escuela Militar. Este es el trabajo de un equipo pequeño de gente que ha dejado todo porque sueñan con traer al Perú algo con que retomar nuestra identidad.

— ¿Cómo llegó a Felipe?
Por cosas del destino. En el 2015 el Viceministerio de Cultura me pidió ir a Tacna para excavar y rescatar el cuerpo de un combatiente boliviano. Los restos fueron repatriados en el 2015 por la embajada y la cancillería boliviana. No sabes lo útil que me sentí al ver cómo una nación olvidaba los problemas y se unía para recibir a su héroe. Ver a cientos de niños en la calle con uniformes y fusiles de madera me impactó tanto que quise eso para mi país. Sentí que con Felipe, cuyos restos también fueron encontrados ahí, iba a pasar eso. Pero esperé, esperé y esperé el proceso de reconocimiento.

— ¿Y nunca llegó?
El año pasado el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas nos permitió trasladarlo de donde lo tenía y le rindieron un homenaje en la Escuela Militar, donde recibió los honores correspondientes a un héroe de guerra. Al menos saber que han reconocido el grado y la actuación de Felipe hace que todas las dificultades valgan la pena hasta ahora.

— ¿Dónde lo tenía antes?
En un gabinete que los bomberos me dieron, era todo un tercer piso para él. Ellos me ayudaron un montón.

— ¿Qué sigue ahora?
Que Felipe pueda entrar a la Cripta de los Héroes o se construya otra cripta para estos héroes. Están saqueando los campos de batalla y en cualquier momento saldrán otros soldados que no tendremos dónde poner.

— ¿Qué le impide a Felipe entrar a la cripta?
Que no tengo su partida de nacimiento ni su nombre [completo]. ¡Es injusto! Es el rostro de una guerra que nos dejó de lección que somos una nación que sí lucha.

— ¿Qué es lo que sabe hasta ahora sobre Felipe?
Era un oficial de infantería, mestizo, de 30 años, medía 1,64 m y recibió tres impactos de bala. Fue uno de los entre 86 y 88 oficiales que cayeron en el Alto de la Alianza. Tenemos los datos del ADN de su madre, los de su padre llegarán en poco tiempo y ahora rastreamos su expediente en los archivos. Algo curioso es que a raíz de revisar tantos registros siento que los veteranos que ahí aparecen me hablaran. Hay gente que combatió en Tarapacá, en Tacna, en San Juan y Miraflores y que no fue reconocida. A veces hay un gran divorcio entre civiles y militares, deberíamos notar que mucho de lo que tenemos hoy se lo debemos a ellos.

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