Una pequeña cocina a leña desafía la fría mañana huaracina. Sobre ella se calienta una enorme olla llena de un oscuro líquido. Poco antes de que la mezcla hierva, don Juan introduce un bodoque de lana blanca, la cual de inmediato comienza a teñirse de un verde brillante. “Yo dediqué cinco años solo al estudio de todos los colores que podía obtener de la naturaleza. Pero de pequeño, cuando tejían mis abuelos, los niños empezábamos a armar las madejas, sacábamos los leños y recolectábamos las hierbas para el tinturado”, nos explica mientras termina de tender una variedad de trapos multicolor.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP llegamos a Huaraz para conocer a don Juan Venturo, reconocido artesano especializado en textiles, pinturas, estampados y teñidos, que en los últimos años se ha propuesto a que las nuevas generaciones continúen con el legado artístico de su pueblo.
Don Juan dice que lleva 35 años como artesano, pero en realidad su vida siempre estuvo inmersa en las artes tradicionales. Hace más de 60 años, cuando era tan solo un niño, sus abuelos y bisabuelos ya se dedicaban al arte textil e intentaban que las nuevas generaciones conocieran las técnicas más representativas de su pueblo.
“La artesanía siempre ha sido el trabajo de mi familia. Mi abuelo, por ejemplo, hacía frazadas, ponchos y las telas para los sacos de carga. Todos los pequeños aprendíamos ahí, después, cada uno elegía su profesión”, nos cuenta.
En 1988, después de terminar el colegio, don Juan decidió seguir con la tradición familiar e ingresó a estudiar en un centro artesanal. “Hubo la oportunidad de trabajar en un laboratorio de tintes y por cinco años estudié todo lo referente a pigmentos naturales. Es un arte en el que entran todas las ciencias: matemáticas, física, química y botánica. Y el resultado es claramente superior a los productos de plástico que hoy en día casi todos usan”, asegura.
Posteriormente, don Juan se capacitaría en cuantos talleres encontraría. “Acudí a las capacitaciones que brindaba el Mincetur en su tiempo, en el 2017 me certificaron como experto en diseño textil. También estuve en una especialización textil que brindó Adex y en otra que dictaron en la Universidad de San Marcos”, recuerda.
Todo esto le ha permitido a don Juan pasar del único telar y las “dos o tres técnicas” que manejaban sus abuelos a dominar unas 42 técnicas de tejido y emplear 14 tipos distintos de telares en su taller.
Su destacada carrera lo ha llevado a presidir la sociedad de artesanos en Huaraz y a ganar un sinfín de concursos, como en el 2022 cuando fue reconocido como Artesano Digital por Áncash gracias a su manta del Bicentenario, una frazada con cinco guirnaldas, en la que conjuga diseños tradicionales y técnicas textiles que se creían perdidas.
Sin embargo, don Juan considera que actualmente se encuentra enfrentando su reto más grande. “Los chicos ahora viven pendientes de las pantallas del celular. Ya no les importa conocer sobre su propio arte. En general, nosotros como peruanos no valoramos el trabajo artesanal”, lamenta.
“Un momento, me entra una llamada”, se excusa el maestro. Al otro lado de la línea un grupo de investigadores de la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México ultiman detalles sobre las actividades que realizarán en su último día de visita a don Juan.
“Vinieron desde México para conocer más sobre nuestras técnicas, se han pasado dos semanas acá aprendiendo. Y a mí me encanta enseñar porque creo que así uno aprende más. Eso nos enriquece”, explica. “Pero como le decía, llevo cinco años impulsando que en los colegios de Huaraz se brinden talleres de formación artística sobre telares. Será la única forma de no desaparecer”.
Según el maestro, en Huaraz ya no quedan tejedores y esto se debería principalmente a dos factores: una generación con poco interés por sus tradiciones pero también una baja demanda de estos productos que pide a gritos un mayor promoción.
“A nivel de rubro no hemos logrado entender realmente cuáles son las razones detrás de esta crisis. Nosotros tenemos la ley 29073, la ley del artesano y desarrollo de la actividad, pero como gremio no se vienen planteando propuestas para aprovechar esa ley”, lamenta.
Por el momento, don Juan empuja el carro desde su lado con talleres artísticos que brinda para niños. “En el verano me llegaron dos alumnitos que no dejaban el celular. Acá, cuando entras al taller, debes dejar tu celular en un casillero a la entrada. Al final del curso los alumnitos solo miraban el celular para buscar cuál sería el próximo diseño que harían en el telar”, cuenta sonriendo.
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