Para vencer hay que dar batalla, por Cecilia Valenzuela
Para vencer hay que dar batalla, por Cecilia Valenzuela

La ciudad de Arequipa reclama hoy su condición de capital de las convenciones en el Perú, y tiene que hacerlo porque hace poco menos de un mes la traición de algunos de sus dirigentes y representantes la convirtió en Cajamarca.

La violencia que destruyó la ciudad el último 14 de mayo ha espantado a los organizadores de Perumin y de otras grandes convenciones que periódicamente se realizan en esa ciudad. El rumor de que estas se mudarían a otros destinos pone en riesgo la continuidad del desarrollo de Arequipa y los ingresos de cientos de miles de arequipeños.

Gracias a la ira de un puñado de radicales, decenas de miles de pequeños empresarios, de trabajadores de hoteles, restaurantes, museos, de artesanos, de taxistas, de guías turísticos, de estudiantes están a punto de perder lo que les dejan esos magníficos eventos. ¡Y eso sin contar lo que perderían las universidades, los centros tecnológicos, las empresas y las industrias arequipeñas, que por razones académicas, económicas o de servicio están vinculadas a las temáticas de las convenciones!

Los arequipeños de bien ya sufrieron suficiente con los sucesos de mayo. La decisión de mudar las convenciones a otras ciudades solo castigaría más al verdadero pueblo de Arequipa, al que trabaja y a pulso, brega cada día contra la adversidad.

Quizá los organizadores de los eventos pretenden con ello una pizca menos de estrés; pero si priorizan su tranquilidad, al final del día, igual que el gobierno, habrán sido derrotados por la violencia y el extremismo.

Para vencer, hay que librar batallas. La libertad y el mercado se defienden y serán una conquista cuando todos, intelectuales y empresarios, unan valor y convicción, y se nieguen a ceder. En lugar de planear una mudanza, los organizadores de las convenciones deberían conminar, públicamente, a las autoridades a ofrecer la seguridad que Arequipa se merece.

Pero el problema de Arequipa no son solo los asustados organizadores de los grandes eventos, o las débiles, y hasta pusilánimes, autoridades nacionales que mediatizan e intimidan a la policía. Ayer, los actores políticos de la región firmaron un pronunciamiento donde sostienen que Arequipa “promueve la inversión pública y fomenta la inversión privada responsable”.

Sin embargo, varios de los firmantes fueron cómplices de los desmanes en nombre de la “lucha contra el proyecto ”. Mario Jacobo del Frente de Desarrollo del Cono Norte, Ramón Pacha del Frente Amplio Cívico de Arequipa, Johnny Toro del sindicato de Construcción Civil, entre otros, se sumaron a las consignas o guardaron silencio.

Con su actitud, esos dirigentes permitieron que la violencia se trasladara a Arequipa, que los ciudadanos sean asaltados por sicarios políticos que los atacaron como si se tratara de un ejército enemigo. El mismísimo alcalde, Alfredo Zegarra, que ahora dice estar muy preocupado, viajó después de la revuelta al Valle de Tambo a solidarizarse con los alcaldes cuestionados por aparecer mencionados en los ‘pepeaudios’. ¡En qué quedamos!

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