"Hay una especie de competencia de gobiernos para ver quien toma medidas más radicales", afirmó el politólogo argentino Mario Riorda. (Foto: Miguel Bellido | Archivo El Comercio)
"Hay una especie de competencia de gobiernos para ver quien toma medidas más radicales", afirmó el politólogo argentino Mario Riorda. (Foto: Miguel Bellido | Archivo El Comercio)
Sebastian Ortiz Martínez

El politólogo argentino - director de la Maestría en Comunicación Política en la Universidad Austral, de Buenos Aires- consideró que los pronunciamientos desde el Gobierno sobre el (COVID-19) deben tener dos elementos: “sobriedad y exactitud”, valores “inestimables” en situaciones de riesgo.

— ¿Cuáles son los pasos que deben seguir los gobiernos para mantener una buena comunicación con la ciudadanía en una emergencia, como la que representa el coronavirus (COVID-19)?

Hay algunos dilemas bastante novedosos que tienen que tener los gobiernos. Se necesita generar una combinación particularmente en la región latinoamericana, de una muy buena comunicación de riesgo, porque se trata de una situación con un riesgo potencial elevado, aunque todavía no es un riesgo efectivo que nos ponga en una situación de crisis desde el punto de vista sanitario. Sin embargo, sí puede serlo en función de gran parte de las medidas de restricciones en general, como puede ser la declaración de emergencia en el Perú. Esto puede ocasionar seguramente ante una economía informal o muy dependiente del Estado una situación de crisis económica, que no es sencillo de gestionar. Por ejemplo, cuando uno escucha que el gobierno danés va a financiar el 75% del sueldo de las personas afectadas o cuando la sanidad privada es intervenida a través de la sanidad pública en España, muestra que nuestra capacidad de respuesta es muy discreta ante esta situación. Así que está combinación de un riesgo potencial sanitario elevado con un riesgo de crisis económica hacen de este hecho, que está pandemia en América Latina tenga consecuencias realmente muy inéditas y particulares.

— ¿Frente al COVID-19 qué tipo de comunicación se debe realizar desde el Gobierno? ¿La de riesgo o de la crisis?

En el marco que, todavía, está viviendo la región claramente esta es una situación de riesgo, lo que implica modificar hábitos, conductas y comportamientos. Lamentablemente, muchos gobiernos se equivocan y empiezan a trabajar desde una dimensión de crisis lo que hace que aún en el contexto en el que la crisis no es una realidad, empieza a serlo desde el punto de vista de la percepción pública […] Los gobiernos aquí deben quitar espectacularidad, deben propender básicamente a la modificación de hábitos desde el temor, un temor bajo no genera cambio y un temor exacerbado puede generar conductas desmedidas, asociadas a situaciones de pánico. Esa complejidad insisto es una complejidad a la cual la región y los propios gobiernos no están acostumbrados.

— La mayoría de gobiernos de América Latina se han tomado muy en serio el COVID-19, pero , en Brasil, y , en México, no. ¿Ellos son el ejemplo de lo que no debe hacer un presidente en esta crisis sanitaria?

Bueno, yo creo que hay dos extremos bastante condenables desde el punto de vista de la comunicación política situada en el riesgo y en la crisis. Por un lado la minimización o la subestimación del riesgo, que es probablemente lo que está pasando en Brasil y en México, producto principalmente de la dimensión simbólica que comunican sus propios líderes. Bolsonaro ha politizado gran parte de la gestión de riesgo y, además, ha sido parte de actos públicos y partidistas. Y en México, hay un presidente que desconoce gran parte de las recomendaciones de distanciamiento social que la OMS ha dispuesto. Pero también hay un tipo de excesos que tienen que ver con una visión voluntarista, como puede ser el caso del presidente Nayib Bukele en El Salvador, ordenando todo, como si fuera un gobierno autoritario, desde las redes sociales. Y en esa visión voluntarista, hay una especie de competencia de gobiernos para ver quien toma medidas más radicales.

— Por ejemplo, el presidente decretó, el último domingo, un estado de emergencia, que incluye el aislamiento obligatorio ¿Cómo evalúa el mensaje que ofreció el mandatario peruano? ¿Tuvo vacíos a su consideración?

No voy a juzgar la medida en sí, imagino que tendrá un sustento técnico. Además, obedece a medidas de restricción que los distintos organismos internacionales van proveyendo. Sin embargo, más allá de que fue correcto que el presidente [Martín Vizcarra] haya leído [el mensaje a la Nación], porque [el coronavirus requiere de] un lenguaje técnico, que no puede ser improvisado, hubo algunas exageraciones como la introducción de un discurso avalado básicamente en un contexto de fragilidad e institucionalidad política al hablar de corrupción. Estas situaciones de un contexto que no tienen que ver con el riesgo en particular de este momento me parecieron que sobraban en este discurso. También una autoafirmación sostenida mucho más desde el narcisismo personal al hablar que siempre ha tomado decisiones correctas. El discurso [en una situación de riesgo] debe ser simple, pedagógico pero además claro y contextualizado, por lo tanto todo el resto de acciones que tiene que ver con algún elemento que pudiese o no generar una politización del discurso sobran.

— Desde el último domingo, el presidente Vizcarra ha ofrecido, cada día, una conferencia de prensa acompañado por sus ministros para informar sobre las medidas del Gobierno frente al coronavirus. ¿El jefe de Estado debe aparecer todos los días?

Se supone que a mayor nivel de riesgo, a mayor nivel de crisis, sea uno u otro el contexto donde se comunica es la máxima autoridad, de acuerdo al nivel de gravedad. Eso no significa, especialmente en la comunicación de riesgo, que estemos obligados a un vocero único. De ninguna manera está mal, al contrario resaltaría que el presidente [Vizcarra] se ponga a la cabeza, pero tampoco es necesario que la totalidad de las salidas comunicacionales sea la máxima autoridad la que está presente en estas circunstancias. Más que tener un vocero único, quizás lo que se requiere es una articulación de vocerías o lo que llamamos la orquestación de vocerías, donde distintos voceros políticos especializados puedan hablar de acuerdo a cada temática en particular. En ese sentido, vuelvo a rescatar lo que hizo Vizcarra [en su mensaje del domingo], porque me gustó, tiene que ver con lo que hizo el primer ministro de Canadá, que fue leer su intervención. Aquí no se trata de una pose política ni de una acción de oratoria como puede ser un debate electoral, es una comunicación de riesgo, donde la sobriedad y la exactitud tienen un valor inestimable.

— Usted habla de establecer una red de voceros ¿Cuáles deben ser los criterios para su elección? ¿Capacidad, cargo o legitimidad?

Por competencia de acuerdo a cada eje temático. Esto no es mitad competencia o presencia técnica hablando de políticos y también mitad legitimidad, uno no puede tener voceros que formen parte de polémicas públicas exacerbadas, hay por un lado una cuestión política y, por otro, hay necesidad técnica y social de eficacia de la comunicación de riesgo. La comunicación de riesgo como intenta producir un efecto en la sociedad, alertar frente a un riesgo implica técnicamente una política pública y en esa política pública todos los ciudadanos tienen el derecho a escuchar. Por lo tanto, hay lagunas cuestiones administrativas que tienen que ver también con la disposición o la excepcionalidad del acto comunicacional, en el sentido, de que los gobiernos no den entrevistas exclusivas, sino que se manifiesten públicamente con cierta equidistancia, sea la totalidad de medios así como la totalidad de los ciudadanos.

— ¿El Ejecutivo puede nombrar a voceros ajenos al sector público?

Sí, si corresponde en tanto y cuanto los legitime y formen parte de algún comité excepcional que represente la voz oficial, esto de la voz oficial tiene que ver con lo que antes decía y tiene que ver con la idea de que si se empodera a alguien porque técnicamente corresponde que hable en nombre del gobierno también debe salir por los canales oficiales, a través de un modo ordenado, en lo que se llama cuentas rectoras o espacios digitales que compilen a tiempo real toda la información oficial de un gobierno.

— Uno de los lineamientos de comunicación que maneja el Gobierno ante la crisis por el coronavirus es el de “construir, mantener o restaurar la confianza” ¿Ese punto debe ser el eje central?

Sí, por supuesto, la confianza de alguna manera obedece a la credibilidad de la fuente emisora, en este caso el Gobierno sin lugar a dudas es la institución predominante a la hora de comunicar el riesgo, de hecho cualquier otra institución por más potente que sea, universidades u organizaciones, debiera ser siempre menor respecto al peso que el Estado debiera tener como rector de la comunicación de riesgo. Pero esta confianza no es una confianza con un formato electoral, es una confianza que tiene que ver básicamente con que la gente le crea al riesgo esgrimido por parte del Gobierno. En ese sentido, me parece correcto.

— ¿Es necesario que el Estado, a través de los medios que dispone, establezcan un noticiero en el que se brinde información actualizada de manera oficial?

Sí, todo criterio de excepcionalidad que garantice que la comunicación de riesgo como un derecho público al ciudadano llegue a todos en tiempo real, sin un formato espectacular, sin estética publicitaria, en tanto y cuanto apunte a más información en pedagogía, es bienvenido. Esto implica cadenas nacionales o cualquier otro hecho excepcional y, además, convergente para la totalidad del sistema de medios, incluyendo el mundo digital.

— ¿Cuáles son las medidas que se deben tomar a las noticias falsas?

La periodicidad del habla establecida por parte de un Gobierno es un buen elemento para agregar información o corregir información distorsionada por parte de las redes sociales, cuando corresponda, pero también hay una tarea esencial ahí de parte de la ciudadanía, por un lado, y de los grandes medios de comunicación, en el sentido, de valerse de información oficial fidedigna y descartar historias individuales. Además, se debe contextualizar las noticias, por esta idea de informar y ganar audiencias, los medios de comunicación viven tomando noticias del exterior que van generando una conciencia local que no se corresponde con el propio contexto, así que hay una tarea de parte del gobierno, pero también hay una tarea de responsabilidad y ética periodística, y también ciudadana.

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