Se avecinan dos elecciones parlamentarias en menos de dos años.
Se avecinan dos elecciones parlamentarias en menos de dos años.
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > MARIO ZAPATA
Paolo Benza

La disolución del ha dejado al país en una situación extraña en términos electorales. Por primera vez, sabiendo que será solo por un año y algunos meses más. Y poco antes de que se cumpla ese plazo, deberán ir nuevamente a las urnas a votar por candidatos totalmente distintos, porque la reelección inmediata quedó prohibida tras el referéndum del año pasado.

Pero dos elecciones parlamentarias en menos de dos años no son extrañas solo para los votantes, sino también para los futuros candidatos. Cabe preguntarse, entonces, ¿cuán difícil es realmente ser congresista? ¿Cuántos votos se necesitan, cuánto representan en cada jurisdicción y a cuántos candidatos hay que derrotar?

El Comercio revisó data de las tres últimas elecciones parlamentarias para buscar una respuesta.

Votos: solo algunos miles

Si bien siempre hay congresistas que alcanzan votaciones de varios cientos de miles, este no es un resultado común, sino una excepción. En la última elección parlamentaria, sólo 7 candidatos alcanzaron más de 100.000 votos: Richard Acuña, Carlos Bruce, Mauricio Mulder, Yeni Vilcatoma, Cecilia Chacón, Mercedes Araoz y —el más votado por segunda elección consecutiva, con 326.037 votos— Kenji Fujimori.

El número de postulantes con más de 100.000 votos se mantiene en las dos elecciones previas: 7 en el 2011 y 6 en el 2006 (año en el que Keiko Fujimori obtuvo la mayor votación registrada desde la caída del gobierno de su padre: 602.869 votos). Pero la distancia entre este grupo de avanzada y los que entran al final de la nómina es larga. En el 2016, ninguno de los 10 integrantes menos votados del Congreso disuelto superó los 10.000 votos.

El último, Modesto Figueroa —congresista por Madre de Dios — obtuvo apenas 2.919 votos. El siguiente, Mario Mantilla —parlamentario por Moquegua investigado preliminarmente por haber cobrado gastos de representación cuando estaba fuera del país— sumó 3.778. Mantilla dice que hizo la semana de representación antes de viajar a Suiza y que los ingresos por este concepto son de “libre disposición de los congresistas”. Figueroa dijo en sus descargos a la policía que el crecimiento de su negocio de grifos no se debió a actos ilícitos, sino “al apoyo incondicional de los bancos y al duro trabajo”.

Se trata de cifras ligeramente menores, pero similares a las de las elecciones pasadas. En el 2011, Eulogio Romero entró por Madre de Dios con 5.915 votos y en el 2006, Gloria Ramos alcanzó una curul por Pasco con 4.656.

Esos números, sin embargo, representan un porcentaje elevado de los pequeños padrones electorales de las circunscripciones de estos congresistas. En el caso de Figueroa, por ejemplo, es el 6,92% del padrón de Madre de Dios y en el de Mantilla, el 4,87% del de Moquegua.

Ello significa un grado de dificultad distinto: si bien la cantidad de votos a obtener es baja, el candidato debe apelar a un porcentaje mayor de su electorado. El escenario es diferente en Lima Metropolitana, donde la vocera de Fuerza Popular Milagros Salazar, con 12.326 votos, anotó el 0,29% de los votos del padrón. Ninguno de los 10 miembros menos votados por Lima del Congreso disuelto —todos con menos de 30.000 votos— obtuvo más del 1% del padrón regional.

Regiones más y menos competitivas

Sumando otras variables, se pueden hacer cálculos más complejos para determinar en qué regiones es más fácil y más difícil ser elegido congresista. Está, por ejemplo, el porcentaje de candidatos electos. En Ica, en el 2016 el 6,7% de postulantes alcanzó una curul. Esto significa que cada congresista electo debió ganarle a otros 15 postulantes. Distinto es el escenario en Huancavelica, donde si bien se requieren votaciones bajas en términos absolutos, el 2016 solo entró uno de cada 25 candidatos.

Esta proporción alcanza su pico en Madre de Dios, donde también se necesitan pocos votos, pero la única curul disponible se disputó en el 2016 entre 42 ciudadanos. En cambio, el ratio se reduce considerablemente en otras regiones, que de acuerdo a la combinación de los factores analizados se perfilan como aquellas en las que sería más fácil ser congresista: San Martín, Cajamarca y Áncash.

En San Martín el 2016 cada congresista electo tuvo que ganarle a solo 12 personas. Además, el promedio de votos del candidato menos votado en las últimas tres elecciones (la barrera mínima para alcanzar una curul) es relativamente bajo, de 10.969, y el porcentaje que representa esta cifra del padrón también. En el 2016, la fujimorista Esther Saavedra —quien recientemente dijo estar en el Parlamento “por su plata”— entró con 3,35% del padrón. El 2011 lo había hecho con 2,96%.

En Cajamarca, por otra parte, en el 2016 se eligió uno de cada 16 postulantes y el promedio del congresista menos votado en las últimas tres elecciones es de 9.641. A su vez, el fujimorista Segundo Tapia —reelecto, como Saavedra— entró en el 2016 con solo el 1,19% de los votos del padrón, y en el 2011 con el 2%.

En Áncash, finalmente, el ratio postulantes/curules del 2016 también fue de 1 por cada 16, y el promedio de votos de los menos votados en las últimas tres elecciones, de 11.276. En la última elección, la parlamentaria María Elena Foronda —suspendida 120 días por contratar a una asesora que había sido condenada por terrorismo, y luego repuesta mediante una medida cautelar— entró con el 2,3% del padrón. En el 2011, Víctor Crisólogo, de Perú Posible, había obtenido el 2,7%.

Factores clave

Todo este análisis, sin embargo, no constituye más que una parte del problema, pues otros factores distorsionan el cálculo. El primero es el reducido número de congresistas. “Dada la proporción de escaños logrados por Fuerza Popular en la última elección, se ha creado una percepción errónea de que la cifra repartidora injustamente posibilitó una bancada tan abultada. En realidad, el efecto mayor es que tenemos solo 130 congresistas distribuidos en 26 circunscripciones. Son muy pocos escaños por región”, explica Fernando Tuesta.

Que haya pocas curules favorece al partido con más votos. Así su votación no sea mucho mayor a la de los otros, en circunscripciones con uno o dos representantes no hace falta sacar demasiada ventaja para llevarse los escaños. “La cifra repartidora tiende a favorecer al primero, pero no en la proporción en la que la gente cree. En cambio, si a cada región le duplicas el número de escaños, con el mismo resultado Fuerza Popular no obtiene el 52% de los escaños [que obtuvo el 2016], sino poco más del 30%”, dice Tuesta.

Luego está el ‘efecto arrastre’, tanto del candidato presidencial como de la marca partidaria. Un partido fuerte asegura votos por la lista en su conjunto, que abren escaños aunque no se marque ningún número específico en el voto preferencial. “Primero se define cuántos escaños tiene cada partido, luego quiénes los ocupan”, explica Tuesta. Eso hace que un candidato con menos votos que otro pueda ganarle el sitio, si es que la votación de su lista le abre uno de los pocos escaños en juego.

Finalmente, está el factor de competitividad. De todos los candidatos que se presentan, dice Tuesta, no todos están en organizaciones competitivas ni tienen la capacidad para pelear por la curul. “La mayor competencia pasa por la capacidad de los partidos. Hay algunos que son competitivos, como el fujimorismo, Alianza para el Progreso, Acción Popular, el Frente Amplio. Otros, por más que suman a la cantidad de candidatos, lo más probable es que no lleguen”, asegura.

En la primera de las dos elecciones parlamentarias que se avecinan, el efecto arrastre del candidato presidencial no existirá; el único empuje será del de la marca partidaria. Según Tuesta, esto creará una elección más pareja entre los partidos más grandes. En la siguiente, la del 2021, los factores volverán a ser similares a los del 2016.

Mientras se mantenga el voto preferencial, la gran pelea de los candidatos —especialmente en las regiones— está en las pequeñas bolsas de electores. En promedio, con 17.000 votos se puede ser congresista por Lima Metropolitana, con 12.000 por Lima provincias, con 9.600 por Cajamarca y con 4.500 por Madre de Dios. Solo queda que cada candidato haga sus propios números.