José Vega Antonio, la cabeza de UPP, no digiere lo de ‘vientre de alquiler’. “No lo acepto, lo rechazo, nosotros hacemos acuerdos programáticos. Vientre de alquiler es el que recibe plata, como Montesinos cuando se la dio a los tránsfugas”, me dice, como calentamiento para entrar a la historia de su partido.
Antes de conversar, lo esperé en su local en Surco: un techo de gran altura bajo el que cabrían, si ahorita hubiera un evento, más de 200 puntas, sin mover las decenas de pancartas y banderolas que ahora mismo están allí arrumadas. En todas ellas luce el nuevo logo del partido, una roja v de victoria, de venceremos, de vaya uno a saber hasta dónde llegará su pacto con el Frente Patriótico de Antauro Humala.
La verdad es que acá no hay una panza inflada de gas: hay bases que se asoman, aparato en reposo y un CDN (Comité Directivo Nacional) comandado hace tres lustros por ‘Pepe’ Vega, uno de los pepes de nuestra política (el otro es Luna, cuya fortuna y tribulaciones judiciales ciertamente exceden a las de su tocayo y amigo), y que ningún líder puede ignorar.
Desde que se encumbró en UPP en el 2001, muchos prospectos de candidato han tenido que cubiletear con Vega. Ha convertido a Unión Por el Perú en aduana, hito y trinchera de varios aventureros del poder. El capital político que atrae a los ambiciosos hacia UPP no es solo su inscripción vigente sino un olfato que no se vende ni se alquila. En realidad, UPP se adhiere, se pega como lapa al candidato y pelea junto a él, con garra y con gastos asumidos más por el candidato que por el partido hasta, por lo menos, brincar la valla. Luego viene el desencanto y la bronca y, de nuevo, a aguzar el olfato, a cubiletear, a establecer cuotas y bronquearse con otros. La historia de UPP es la de la política peruana en las buenas y en las malas.
No al Chino
La Unión Por el Perú fue una idea de los impulsores de la candidatura presidencial de Javier Pérez de Cuéllar (JPC). El grupo era variopinto. Estaban Alfredo Barnechea, casado con una hija de Marcela Temple, la entonces esposa de JPC; Gustavo Mohme Llona que se jaló a gente de izquierda como Henry Pease y el alcalde cusqueño Daniel Estrada; el liberal de derecha Alfonso Grados Bertorini; el ‘emprendedurista’ de moda Guido Pennano, que fue en la plancha con JPC y Graciela Fernández de Baca; el banquero Francisco Pardo Mesones; el médico y ex rector de la Universidad Cayetano Heredia, Roger Guerra García, que le tomaba el pulso y no le perdía el paso a su amigo JPC cuando, a sus 75 años, al personero legal Carlos Chipoco se le ocurrió animarlo a empezar la campaña en una gira de Puno a Lima.
“No importa de dónde venimos sino a dónde vamos” dice Vega que dijo JPC cuando le preguntaron por el suculento sancochado antifujimorista que era UPP, y esa definición es tan vigente como la inscripción del partido ante el ROP (Registro de Organizaciones Políticas). Para ser más precisos ideológicamente, el embajador tiraba para la derecha y la mayoría de la dirigencia upepista tiraba para la izquierda, lo que ubicó a la bancada de 17 en un combativo centro.
Tras la derrota anunciada ante un imbatible Fujimori, que ganó en primera vuelta, JPC se fue a Europa y se desentendió de partido y bancada. En 1999 hubo un gran congreso partidario, que mantuvo a JPC como figura tutelar y eligió a Henry Pease como secretario general. En la foto de ese congreso, ya asoma Pepe Vega a cargo de la secretaría limeña.
Vega se había formado en el Partido Comunista del Perú (PCP) y en el sindicalismo bancario. Fue dirigente de la FEB (Federación de Empleados Bancarios) y delegado de esta en la CGTP. Tras el célebre congreso de la Izquierda Unida en Huampaní a fines de los 80, “tuve la certeza de que la izquierda nunca se volvería a unir”, me dice. Es así que fue de los varios izquierdistas sindicalistas que estaban sueltos en plaza en 1995 y acudió a la convocatoria de Mohme Llona. Se entusiasmó con la UPP y fue su dirigente en San Juan de Lurigancho, el distrito en el que vive hasta hoy.
Pepe Vega no se contentó con la chamba territorial y le agarró el gusto al cubileteo de las candidaturas. Me cuenta que junto a Daniel Estrada, cuya esposa era amiga de Eliane Karp, pensaron en una alianza con Toledo y se lo propusieron a Pease, pero a este no le gustó la idea y prefirió buscar a Máximo San Román. Apenas metieron 3 congresistas (entonces no existía la valla del 5%). Vega se desentendió de esa candidatura pero sí estuvo pendiente de la transición.
“Con UPP estuvimos en un hecho importante para la historia del Perú” me dice a modo de preámbulo de su relato de cómo fue uno de los que animó a Valentín Paniagua, que era parte de la alianza parlamentaria UPP/AP, a pensar en la presidencia del Congreso ante la inminente debacle fujimorista. Habló, para ello, con Henry Pease, el líder del partido, y con Daniel Estrada, el rival.
Alberto Adrianzén, que también estuvo entre los fundadores de UPP, era asesor de la pequeña bancada de 6 y no recuerda que, entonces, Vega frecuentara el Congreso. Lo que Adrianzén sí recuerda es que estuvo en la casa de Pease cuando la oposición decidió quién reemplazaría a la presidenta del Congreso, la fujimorista Martha Hildebrandt. Estaban Luis Solari de Perú Posible, Jorge del Castillo del APRA y Rafael Rey de Renovación. Pease, por acuerdo de su bancada, propuso a Paniagua; pero Solari propuso a su correligionario y ex fujimorista Carlos Ferrero.
La reunión de la oposición más plural al fujimorismo que hemos tenido -hazaña provocada por Alberto y no superada por Keiko- terminó sin candidato hasta que, faltando poco para el pleno del 16 de noviembre, los toledistas retiraron a Ferrero. Paniagua fue elegido y ya todos podían calcular, que ante la inminente caída del régimen (Fujimori renunció el 19), el discreto acciopopulista sería presidente del Perú.
Entre las primeras acciones de Paniagua estuvo llamar a París a Pérez de Cuéllar para que sea su primer ministro. JPC no solo aceptó sino que asumió, además, la cancillería, para poder viajar en lugar de Paniagua quien, por no tener vicepresidentes de reemplazo, era preferible que no abandonara el país.
Ollanta y la virgen María
En rigor de procedencia partidaria, el de Paniagua habría sido un gobierno acciopopulista upepista; pero no fue eso, sino una breve transición acuerdista anti fujimorista, mientras Toledo, el favorito, se aprestaba a batir a todos en el 2001. Por lo demás, Pérez de Cuéllar no cumplió su cometido como líder de UPP, sino como independiente. Y los upepistas más ilustres, que ya habían empezado a perder entusiasmo con el partido tras los magros resultados de San Román en el 2000; se encandilaron con la posibilidad de aliarse al favorito Toledo. Y así pasó.
Adrianzén lo cuenta con franqueza: “Con Pease y otros, nos fuimos con Toledo y le dejamos el partido a Vega. Pensábamos que iba a desaparecer, pero se le apareció la Virgen María”. En un principio, parecieron tener razón. Ese 2001, el precandidato upepista era Alfredo Barnechea y, según me cuenta Vega, que ya manejaba el partido aunque oficialmente era el encargado de Lima, puso una serie de condiciones que no le cuadraron. Partido y candidato no llegaron a cerrar ningún acuerdo y UPP corrió sola como lista parlamentaria. A pesar de perder locomotora, ganaron una media docena de curules.
La virgen aparecida a la que alude Adrianzén no fue Barnechea, sino Ollanta Humala. Vega me cuenta el cubileteo: “En el 2005, ya era secretario general [de UPP], y me encuentro con Ollanta en una aniversario del MNI [Patria Roja]. Él era precandidato de esa izquierda y creía que podía ser el candidato, pero le dije ‘mira, al final, el candidato va a ser Alberto Moreno, no vas a ser tú, vamos solos con UPP’. Pero, su padre era amigo de Rolando Breña, de Moreno, y me dice, ‘pero, qué le voy a decir a mi padre’. Y ella [Nadine], dice ‘yo hablo con él’”
En su relato, el upepista no solo olfateó el potencial de Humala sino que intuyó quién roncaba en los momentos claves del humalismo. Además, tuvo que procesar el hecho de que fuese ella y sus familiares quienes manejaran las finanzas con hermetismo. Bueno, esas son las ventajas de ser un vientre, perdón, un aliado programático como reclama ser Vega: a cambio de la plataforma de inscripción, es el presidenciable el que corre con los costos principales.
No se equivocó Vega: sirviendo de plataforma a Ollanta, este llegó a la segunda vuelta y colocó 45 curules de los que nada menos que 23 eran netamente de UPP. Ese poder expectante hizo mella en la relación. “Ollanta se empodera, vienen los caviares, él me dice ‘bueno Pepe’, ahora yo manejo la campaña’, cuenta Vega en tono de ruptura inevitable, que llegó unas temporadas después cuando Ollanta le planteó que liquide UPP, se pase al flamante Partido Nacionalista y vaya en la plancha del 2011. Vega no aceptó, y se ufana de su réplica de entonces: “Yo peleo la batalla hasta el final y muero en el campo, si es necesario”. Un hubo batalla sino ruptura y desertaron varios upepistas, incluyendo un puñado al que llama, cachaciento, ‘los romanos’, pues habrían sido seducidos por los humalistas en un viaje a Italia.
Sin acuerdo programático ni cubileteo upepista, Humala llegó al poder en el 2011. UPP lo puso en el partidor, pero este coronó solo (bueno, con influjo brasilero). UPP no encontró candidato sólido para esa elección y se apuntó en la alianza de Castañeda. Uno solo de los 9 congresistas solidarios elegidos fue de UPP. Era un bajón tras los 23 que adosaron a Humala en el 2006. “Fue un grave error, asumo la entera responsabilidad”, me dice Vega con tono de intolerante al fracaso. No es para tanto. ¿Saben quién fue el único upepista que saltó la valla? Pues nada menos que Vicente Zeballos, ex alcalde de Moquegua por UPP y actual primer ministro.
Vega solo fue congresista en el periodo del 2006 al 2011, pero antes y después estuvo muy cerca de sus bancadas, tramando alianzas para posicionarse en la mesa directiva y tomar algunas comisiones. A Zeballos le consiguió la presidencia de Fiscalización y me cuenta que exploró la posibilidad de que fuera presidente del Congreso. Pidió una reunión a Toledo y su bancada para que oyeran a Zeballos y evaluaran la posibilidad de que fuera su candidato. La cita fue en casa de Toledo, pero Vega y los peruposibilistas esperaron por gusto al moqueguano. Vega lo llamó y este le puso vagas excusas. A veces temeroso, a veces aventado, Zeballos es un político con más suerte que cálculo. En el 2016 apostó a PPK, pescó curul y en la sucesión se ligó a su paisano Vizcarra que lo llevó hasta el premierato.
A Zeballos le fue mejor que a Vega, que en el 2016 mantuvo su alianza con Castañeda (en realidad, con su tocayo Pepe Luna), y se benefició, es un decir, de la ‘amnistía de valla’ que se decretó por un periodo. Ante el inminente fracaso del candidato Nano Guerra García, Solidaridad se retiró de la campaña y mantuvo la inscripción. En la segunda vuelta, el antifujimorismo (uno de sus pocos rasgos identitarios mantenidos desde 1995), llevó a Vega a apoyar a PPK. Me cuenta que conversó con Acuña, quien no estaba animado de apoyar a nadie desde que fue zarandeado y excluido de la campaña, y lo convenció de apoyar decididamente a PPK. También recuerda que se reunió con Vizcarra, cuando este era jefe de campaña, a ofrecerle el apoyo de UPP en esa vuelta impredecible en la que Keiko perdió por un pelo.
A fusilarlos a todos
La próxima vez Vega estuvo más atento. Y más temerario. Se alió a Antauro Humala a quien conocía desde antes del Locumbazo por su relación con unos familiares militares. Por cierto, para él, el Locumbazo fue una ‘épica’ y el Andahuaylazo, una ‘sublevación valerosa y legítima’. El acuerdo programático con Antauro, incluye estas lecturas afables de las tribulaciones del aliado.
Antes de aliarse, UPP tuvo que ventilar una enojosa elección interna. Mientras Vega mantenía la secretaría general y, para todos los efectos, el manejo del partido; el veterano upepista Jorge Prado Bustíos fue elegido presidente en un congreso partidario en el 2017. Sin embargo, pocos meses después, Prado decidió impugnar su propia elección y hasta denunció penalmente a Vega y al personero Víctor Soto. La denuncia ha sido recientemente archivada pero, claro, UPP se quedó sin cabeza simbólica. En agosto o setiembre habrá un congreso partidario que deberá elegir un presidente. Podría ser el propio Vega, pero evita responder esa pregunta autorreferencial.
Vega sí responde por la alianza con Antauro y me cuenta que además de UPP, al prisionero lo visitaron varios líderes, desde las cabezas de Podemos hasta Gregorio Santos, sin el éxito que tuvo él cuando le dijo al más extremo de los Humala: “contigo en el Sur, cerramos a Verónika [Mendoza], a Yehude [Simon] a [Vladimir] Cerrón. Ellos son establishment”.
Siete de los trece electos por UPP, responden al partido. El resto son antauristas e invitados de Antauro, como el ex contralor Edgar Alarcón. Sin embargo, Vega, flamante portavoz de la bancada (el portavoz alterno es el antaurista Roberto Chavarría, quien purgó prisión por el ‘Andahuaylazo’), promete que habrá armonía y que todos han acordado afiliarse al partido.
En algunos temas van a discrepar y Vega tendrá que negociar con Antauro a la distancia y con Virgilio Acuña, que está más cerca de Antauro. La relación con Virgilio ya ha acusado algunos signos de tirantez. Hasta ahora, toda la bancada ha estado de acuerdo en abstraerse de los cubileteos para ser parte de la mesa directiva y se lo han dejado a “los oficialistas”. Eso sí, aunque han debutado chúcaros como Antauro, negándose a dialogar con Vizcarra; le han puesto el ojo a algunas comisiones como Fiscalización, Agricultura y Justicia. El vientre ya tiene acuerdo programático para el 2021 con el Frente Patriótico de Antauro, claro está; pero como este, según la justicia indica, continuará preso, se abre otra temporada de caza para UPP. Estaremos atentos a su próximo congreso.
(Artículo publicado originalmente el 28 de febrero del 2020)