No llegó al ambiente por la vía ‘new age’ del pelucón con sandalias; sino con ternito de practicante de Derecho de la PUCP, enrolado desde 1986 en el staff ‘full’ abogados de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA). Por eso, los ecologistas radicales lo recelan. Y, sin embargo, Manuel Pulgar-Vidal, ‘Pulgarcito’ para los confianzudos, presidirá la cumbre más importante del ambientalismo en el milenio, la COP 21 de París, hasta un minuto antes de su apertura, el 30 de noviembre, cuando entregue un simbólico martillo al canciller francés, Laurent Fabius. Eso, si no hay un terremoto que lo saque del Gabinete, pero ello sería raro, pues su capacidad de adaptación a la contaminación política es la de una virtuosa enredadera.
Le pregunto si de veras cree, así, sin ‘wishful thinking’, si la cumbre llegará a tomar acuerdos para salvar al planeta. Como tiene manía de profesor, me lo explica enumerando puntos: “Te digo que la reputación y el liderazgo del Perú son innegables, por haber organizado la COP 20. Te respondo en puntos. 1) En el 2007 se aprobó en Bali que, dos años después, en Copenhague, se debía tener un acuerdo. Copenhague fracasó. Dos años luego, en Durban, se marcó un proceso para que Varsovia y luego Lima nos llevaran a tener un acuerdo global vinculante no más tarde del 2015. O sea, el programa de Bali fracasó, pero Durban encaminó uno nuevo que se está cumpliendo. Estoy seguro de que el mundo no se arriesgará a un segundo fracaso. 2) Se ha cambiado la idea de ‘top down’, que hay un acuerdo y luego lo aplican los países. Ahora se verá la suma de esfuerzos que puede aportar cada país. 3)Tampoco había los mecanismos financieros de hoy, ni el fondo verde del clima ni el ofrecimiento de los US$100 mil mlls. hasta el 2020. 4) Lo otro es más político. Obama está en su segundo mandato y ha mostrado voluntad de llegar a un acuerdo aun contra su Congreso. El mundo encontrará la manera de que EE.UU. sea parte del acuerdo [no lo fue en Kioto 1997]. China ya generó un cambio significativo, porque tiene un serísimo problema de contaminación”. ¿Y el calentamiento?, pregunto impaciente. “Ahí estoy llegando”, me dice en tono de ‘no me interrumpas’: “5) El mundo no puede exceder un incremento de la temperatura de 2 °C. Ir por encima de eso sería tener consecuencias catastróficas. De la revolución industrial a la fecha se ha incrementado 0,85 grados. O sea, tenemos un crédito de 1,15. Eso hace suponer el nivel de ambición que debe existir. 6) Lo último, la tecnología está revolucionando al mundo. Paneles solares, energía eólica, autos eléctricos. Alguien dijo en el MIT [Instituto de Tecnología de Massachusetts] que el 80% de lo que se usará dentro de 25 años aún no se ha creado. Por eso creo en la visión que tuvo este ministerio atrevido de organizar la conferencia”. ¿De veras que en una reunión levantaste la mano ofreciendo al Perú como sede de la COP 20 y después se enteró el presidente? [Risas] “No, ya le había adelantado, y él entendió la importancia”.
DE CHALA A RUPA RUPA
El apellido del ministro nos devuelve al colegio, cuando repasábamos las ocho regiones naturales descritas por el geógrafo Javier Pulgar-Vidal: la chala, la yunga, la quechua, la suni, la puna, la jalca, la omagua y la rupa rupa. Manuel las recita y evoca a su tío, el mayor de los varios hermanos de su padre: “El tío Javier, en los paseos familiares, llevaba altímetro, nos pedía descubrir la vegetación, cuando encontrábamos una pirita que brillaba nos decía que era el oro de bobos [...] Mi papá es economista, estudió en Colombia, porque mi tío, que era aprista, se exilió en Colombia. Allí mi papá conoció a mi mamá que es bogotana. Mi apellido Otálora suele ser confundido con Otárola”.
El abogado ambientalista llevaba tres lustros dirigiendo la SPDA cuando lo enrolaron en el Gabinete de un país que apuesta a la minería. ¿Qué se siente estar entre dos fuegos? “Para algunos inversionistas soy ambientalista caviar; para otros estoy entregado al neoliberalismo brutal y depredador. Eso pone en evidencia que estoy en un punto de equilibrio”. Le pondero sus virtudes de conciliador, pero le recuerdo su tenso silencio cuando, ya convocada la COP 20, se promulgaron decretos que relativizaban la normativa ambiental ¿Decidiste quedarte en pro de objetivos mayores? “Fue difícil. Pero yo insistiré en que lo que podía parecer un debilitamiento no es tal. No hay ninguna evidencia objetiva de que esa norma de junio del 2014 debilitara al sector. Tampoco se ha debilitado la fiscalización a cargo del OEFA, ni se han flexibilizado los estándares de calidad ambiental, solo se establecieron reglas para acelerar los procesos administrativos [...]. Era el silencio que a veces corresponde a la prudencia de trabajar en un Gabinete. [...] Las decisiones se toman en equipo y hay que seguir con ellas para adelante”. ¿Hay enfrentamientos en el Gabinete? “Sí, y con pasión, como tiene que ser. Y el presidente ha conversado luego individualmente, haciendo un aparte en el consejo, para entender individualmente las posiciones”. ¿Para dónde tira más el presidente, para tu lado o para la ‘caja’ de Segura (MEF)? “Tiene la habilidad de buscar equilibrio”. No hay caso, es un conciliador duro de roer. Para demostrarlo, invoco a Tía María. ¿Es compatible la minería con la agricultura? “No son incompatibles [...]. Hay que proteger ese valle [de Tambo] que es uno de los más ricos de la costa peruana. Es fundamentalmente arrocero y ello es algo para evaluar en el futuro. El arroz en una costa árida implica un mal uso del agua, pues necesita campos inundados. Ese valle debe evolucionar a otros cultivos. Ahora, la mina está 250 metros más alto en una zona desértica, contigua, pero no es el valle [...]. Una planta de desalinización es lo correcto, hay otras operando en el país”.
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