El reto de Pérez Guadalupe, por Jaime de Althaus
El reto de Pérez Guadalupe, por Jaime de Althaus
Redacción EC

Todavía no queremos darnos cuenta de que el Perú es primero en victimización por delincuencia en las Américas, con un 28,1% que responde haber sido víctima de algún acto de delincuencia en los últimos 12 meses (Barómetro de las Américas, 2012). 

Lo interesante del libro “¿Quiénes son delincuentes en el Perú y por qué?”, de Gino Costa y Carlos Romero, que presenta los resultados de una encuesta a los presos en los penales del Perú y otros cinco países, es que queda clara cuál es la razón principal de esa altísima incidencia del robo y el pequeño delito en nuestro país: no tanto las condiciones económicas o sociales o el contexto familiar en el que crecieron los delincuentes, sino sencillamente la impunidad, la incapacidad del sistema policial-penal-penitenciario de castigar a los pequeños delincuentes, que luego se convertirán en criminales avezados.

La encuesta revela que los padres de los presos peruanos les pegan a sus mujeres y a sus hijos en un porcentaje mayor que en los otros países. Quizá por eso el porcentaje de sentenciados por violación sexual sea el más elevado, insólitamente alto (24%). Se necesitan campañas de medios para cambiar esto.

Pero la causa principal de tanta delincuencia menor es que no hay castigo. En comparación con los demás países, el Perú no solo tiene la menor cantidad de presos por cada 100 mil habitantes, sino también el segundo menor porcentaje de sentenciados por robo (34%). Es decir, somos el país en el que hay mas robo a las personas, pero donde el porcentaje de presos por esa causa es menor. Chile, por ejemplo, es exactamente al revés: su victimización por delincuencia es la mitad de la peruana (14%), pero el porcentaje de sentenciados por robo es casi el doble (62%). La conclusión es obvia: en Chile se castiga el delito contra las personas. Por eso su incidencia es mucho menor.

En el índice del Foro Económico Mundial estamos en el puesto 137 de 144 en credibilidad policial. La policía chilena está en el ¡puesto 4! Nuestra policía puede ser muy eficiente para resolver casos grandes, pero es inútil para prevenir el delito corriente. La culpa no es solo suya: captura a pequeños delincuentes, pero debe liberarlos porque el delito cometido no alcanza la pena de 4 años. Entran y salen de las comisarías. No hay un sistema de castigos para la delincuencia menor.

Lo que no funciona es la conexión policial-judicial-penitenciaria. La solución es poner un juez y un pequeño centro de detención en cada municipalidad distrital o en las comisarías, a fin de internar por cortos periodos a estos delincuentes menores, con asistencia psicológica y social. Es decir, atención primaria de la justicia. El ministro Pérez Guadalupe ha sido jefe del INPE, de modo que ya maneja dos de los pilares de esta estrategia. Solo le faltaría concertar con el Poder Judicial el destaque de jueces a los distritos y armar los protocolos.

Lo decía el premio Nobel de economía Gary Becker: el criminal actúa cuando la probabilidad de ser castigado es baja. Es lo que ocurre en el Perú.