Martín Vizcarra obtuvo el permiso del Congreso esta semana para participar en la cumbre internacional por la amazonía. (Difusión)
Martín Vizcarra obtuvo el permiso del Congreso esta semana para participar en la cumbre internacional por la amazonía. (Difusión)
José Carlos Requena

Durante la semana, se ha pasado de la expectativa en torno al diálogo entre el primer mandatario y el presidente del Congreso, , a la constatación del poco espacio en que parecen habitar las posibilidades de una salida consensuada al entrampamiento político.

Un hecho de mayor relevancia se dio la mañana del martes 3 de setiembre: el Ejecutivo presentó –entre las 84 medidas para acelerar la competitividad– su Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad (PNIC).

No es poca cosa: es la primera vez que el país cuenta con un documento de esa naturaleza, algo mayúsculo si se considera que la brecha en esta materia llega a más de 363 mil millones de soles. Un paso audaz, además, considerando que el sector construcción ha estado afectado por una seria crisis reputacional.

El documento –elaborado en consulta con más de 350 actores de todos los niveles de gobierno, los sectores, las multilaterales y la academia– incluye 52 proyectos, la mayoría en proceso (25) o ejecución (24), y solo tres son “idea”. La asistencia técnica y financiera de la cooperación internacional –principalmente, del Gobierno Británico, procurando repetir la exitosa experiencia de los Panamericanos Lima 2019– ha sido vital.

De concretarse las acciones en el PNIC, el país debería tener una hoja de ruta clara para que el Estado Peruano pueda incrementar la productividad y competitividad, así como obtener acceso seguro a mercados locales y globales, lo que incidiría en la mejora de la calidad de vida de la población.

Sin embargo, el plan se presenta en una situación extraña: el presidente Vizcarra, que presentó con entusiasmo el plan, quiere irse antes de tiempo. Es indefectiblemente un pato rengo. ¿Tiene la fuerza política para empujar el plan, al menos hasta convertirlo en un punto de acuerdo con miras a la siguiente toma de mando, por ahora de incierto calendario?

El ministro de Economía, Carlos Oliva, cuyo rol fue reconocido en el evento de presentación del plan, ha querido poner paños fríos al tema. Pero la propuesta de Vizcarra de adelantar los comicios deja a Oliva y su equipo algo descolocados.

Toca confiar en el hecho de que el PNIC está atado a diversos instrumentos de gestión (lo que se detalla en el documento), que garantizarían ciertos candados, y a la permanencia de la tecnocracia en algunas agencias gubernamentales claves.

Aunque seguramente perfectible, el plan es un buen punto de partida que acorta las brechas que separaban al Perú de sus aliados en la Alianza de Pacífico. Así, la celebrada solidez macroeconómica se uniría a un esfuerzo conjunto que deje al país un legado tangible.

Para las autoridades públicas elegidas y designadas, debería ser un llamado de atención para pasar de la singularidad y estridencia de la política –donde las emociones dominan hoy la escena– a poner el término en plural y agregarle una razón de ser: pensar en las políticas públicas, que deberían ser el centro de su interés. ¿Estarán, finalmente, a la altura?