La semana que concluye ha dado, finalmente, un desenlace a la crisis abierta por el proyecto de adelanto de elecciones. Entre rumores de diverso calibre, se programó la sesión en la que terminaría archivándose la propuesta presidencial.
Pero el desenlace no ha cerrado la contienda. Para mañana, se tiene previsto un pleno en el que podrían elegirse a algunos reemplazantes de los miembros del Tribunal Constitucional con mandato vencido.
Con el pasar de las horas, la elección del TC se ha consolidado como un nuevo episodio del enfrentamiento entre el Congreso, dominado por Fuerza Popular aunque con rostros que se van consolidando, y el resto de fuerzas políticas, conglomerado en el que el presidente Martín Vizcarra parece haber perdido peso.
¿Cómo llegan los principales actores a esta etapa del tirante presente?
Aunque Fuerza Popular podría ser percibido como el ganador de las recientes horas, lo cierto es que las fisuras al interior de la mayoría parlamentaria se hicieron evidentes durante las fallidas negociaciones en las que participó Luis Galarreta, una persona cuya cercanía con la lideresa del partido es indudable.
Y aunque el hecho de que Rosa Bartra haya jugado un rol fundamental en el archivamiento podría llevar a creer que surge un nuevo liderazgo en el fujimorismo, es cada vez menos claro quién tiene la batuta. El partido que domina el Parlamento ha sido fortalecido numéricamente, pero muestra una dispersión llamativa para una fuerza que solía presentar un liderazgo férreo.
Pedro Olaechea pareciera haberse constituido como el líder de una coalición en la que los votos los pone el fujimorismo, pero el eje del debate las pone él. Su reiterado énfasis en el desarrollo económico y las nuevas herramientas de la esfera internacional (la Comisión de Venecia, la visita a la OEA) que parecen haber descubierto en el frente conservador son dos sellos de una gestión joven, con un signo distintivo.
En el otro lado del mostrador, el presidente parece haber salido muy golpeado de este trance. Y aunque quiera ponerle buena cara al momento, encontrando en la batalla por el TC un nuevo eje de disputa, lo cierto es que sus antiguos defensores o promotores parecen cada vez más desganados.
El Gabinete, por su parte, ha mostrado algunos llamativos signos que hacen pensar en serios desacuerdos, aún no transparentados. La larga espera para escuchar el mensaje a la nación del viernes podría hablar de lo tedioso que pudo haber sido llegar a acuerdos. ¿Puede leerse algo en la soledad de Vizcarra al dar el mensaje o en la de Salvador del Solar al entregar la misiva en que se anuncia la cuestión de confianza?
El que queda, sin duda, más desgastado en este trance es el primer ministro Del Solar. Lo penoso es que su apuesta por el diálogo, encomiable por donde se le mire, pierde el prestigio que debería ostentar.
Los esfuerzos de la semana –unos fallidos, otros desconcertantes– bien podrían resumirse en un pasaje de una canción de José José: “Que fui paloma por querer ser gavilán”.