La ministra de Salud, Pilar Mazzetti, ha dado recientemente una declaración que recordó los tiempos inquisitoriales. “Como es costumbre en el país, habrá persecución, habrá hoguera para quemarnos o alguna cosa por el estilo”, dijo el martes 5, como parte de su intervención ante la comisión especial parlamentaria que da seguimiento a la pandemia.
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Los tiempos actuales —cuando el país se enfrenta a la aparente segunda ola sin haber dejado atrás los lastres de la primera— son sin duda una larga penitencia. Pero la referencia de Mazzetti parece adecuarse más bien a una hoguera distinta a aquella en la que se cumplen sentencias.
Como se recuerda, la hoy ministra volvió a escena pública hace unos meses. Entonces al frente del llamado Comando COVID, Mazzetti lanzaba una severa reprimenda a las autoridades regionales de Arequipa. “Aquí nos comemos nuestras diferencias y actuamos”, dijo entonces. Era inicios de abril del 2020, no se había cumplido un mes desde que se inició la cuarentena.
El suceso, que mostraba la decidida personalidad de Mazzetti, la colocó desde entonces en el recurrente bolo de “ministeriable”. No era un camino nuevo para ella: fue ministra en dos sectores complejos, en dos gestiones presidenciales previas, en momentos muy distintos (Salud en el tramo final de Alejandro Toledo —febrero 2004-julio 2005; Interior al inicio de Alan García —julio 2006-febrero 2007), con resultados mixtos, aunque manteniendo intacto su prestigio.
Hoy, en cambio, Mazzetti acumula los principales pasivos de la presidencia de Martín Vizcarra, hoy defendible solo por sus acólitos voluntariosos o por el ánimo indulgente de un sector de la opinión pública.
A pesar de que 8 de los 19 ministros con los que Francisco Sagasti inició su gestión habían servido en la hoy denostada gestión presidencial previa de Martín Vizcarra (entre ministros, viceministros o altos funcionarios), solo Mazzetti debe enfrentar presiones persistentes. En buena medida, el reto proviene de la complicada situación del sector y de su aparente aislamiento.
La tarde de ayer, el presidente Sagasti hizo un anuncio que trae alivio, pero también retos. Es que tanto para distribuir las vacunas como para enfrentar la segunda ola, el Ejecutivo y Mazzetti requerirán hacer algo distinto, si es que quieren tener diferentes resultados. Eso pasa por abrir el juego y acoger colaboraciones dentro y fuera del Ejecutivo, desde la sociedad civil, el sector privado, la Iglesia o la cooperación internacional.
Con la distribución de las vacunas encima y —aparentemente— con las mismas armas que se contaba antes del inicio de la pandemia, la hoguera que enfrenta el Ejecutivo podría no ser el fuego al que se empuja al culpable —real o presunto—.
Más bien, podría asemejarse a una hoguera de las vanidades, si tomamos dos de las acepciones que se le conocen al término: “palabra inútil o vana e insustancial” o “vana representación, ilusión o ficción de la fantasía”. Por el bien del país, debe esperarse que el verbo tenga correlato con la realidad.
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