Está bajo mi mando, pero le tengo miedo. No a él exactamente. Tengo miedo de llamarlo al orden. No puedo afectar su libertad de expresión. Por ello creo que tiene derecho al pleito. Si a él lo atacan, él debe poder atacar.
Ya verá cómo se defiende. Yo qué le voy a decir. Si usa las redes sociales, es su elección. Si en las redes pone memes,… es libre, pues.
Claro, se extralimitó con el uso de imágenes de mujeres. Dicen que las ofendió, pero no estoy seguro. Por eso, aunque después de algunos días, le llamaron la atención algunas de las nuestras.
Está bien que lo hagan las mujeres. Ellas saben manejar eso del género. Que lo arreglen ellas, yo no me meto. Me han dicho que, aparte del tema de las mujeres, él debe moderar sus expresiones contra nuestros adversarios. Pero ¿cómo lo modero? No tengo la menor idea. A nosotros nos atacan y atacan, por eso yo apruebo que nos defiendan y defiendan. Si vienen insultos, van insultos. ¿Cómo voy a moderar eso?
Por supuesto que todo estaría más tranquilo si él no denunciara a los otros líderes, comentaristas y medios de comunicación. Pero ellos mienten y fastidian. ¿O no es verdad que critican nuestra gestión?
Yo sé que no es tan conveniente que un funcionario de nuestra compañía se burle del presidente de otra compañía. Van a pensar que yo lo he mandado a hacer eso. Pero, en verdad, yo no le encargué nada.
¿Y si piensan que sí le ordené el ataque verbal? Podría decirle que excluya a los presidentes, pero quizá se moleste, quizá lo tome a mal. Quizá me exija coherencia. ¿Para qué pasar ese mal momento? Si los otros piensan mal de mí, que lo sigan haciendo. Prefiero eso a tener que enfrentarlo a él.
Él cuenta, después de todo, con mucha aprobación. Yo y mi gestión necesitamos aprobación. Necesitamos avanzar en la agenda que él maneja.
Tal vez por eso es mejor morderme la lengua. Claro, si la cosa empeora, puedo pedirle a la máxima dirigente de mis predios que hable con otra funcionaria, para que ella, y no ninguno de nosotros dos, le llame la atención.
Bueno, entre llamadas que van y vienen, pueden pasar unos días. No importa, no importa. Qué son unos días, nadie se va a dar cuenta.
Nadie se va a dar cuenta de que yo no estoy. Incluso, algunos podrían pensar que yo me hago el ausente. Sí, pues, deberían saber que yo estoy por encima de esta cosa menuda de los pleitos en las redes.
Para poner autoridad no se necesita abrir la boca. ¡Estamos en el siglo XXI! Lo pueden hacer otras personas. Mejor es que esas otras personas usen sus cuentas en las redes. ¿Y mi imagen? La reservo para las cosas grandes. Habrá varios puentes para inaugurar, seguramente. Siempre puedo decir que estoy ocupadísimo revisando la agenda de las inauguraciones.
Lo importante es mantenerlo en el directorio. Sin él, ¿qué me haría frente a ese problema? Con él me ha ido mejor que con nadie. Al final las cosas se van a arreglar. Vienen mejores vientos para este nuevo año. La gente se va a olvidar de las pullas y los ataques. Y yo, de tener que llamarle la atención.