Es inminente la proclamación de Pedro Castillo como presidente de la República. Mientras su silencio y sus dislates impacientan –como la tozudez en no referirse a Cuba como lo que es– y se suceden reuniones con personalidades de diversa tendencia, empiezan a circular nombres de quienes conformarían su primer Gabinete Ministerial, algunos como meros globos de ensayo.
Al margen del desenlace que tome la limitada baraja de aspirantes, es evidente que empiezan a dibujarse dinámicos grupos que tendrán una influencia decisiva en el tono que transmitirá el primer conjunto de ministros. Su peso se hará evidente cuando se conozcan los primeros nombramientos.
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En primer término, figura el círculo personal y coterráneo del próximo presidente. Este grupo, desconocido en su mayoría, estaría compuesto por familiares y paisanos de Castillo, que lo han acompañado en sus incursiones políticas previas o que han sido testigos cercanos de aquellas. Si Martín Vizcarra tuvo una “muralla moqueguana”, Castillo podría terminar constituyendo algo similar con un nuevo gentilicio: chotano.
Otro grupo importante lo conforman personas que han acompañado a Castillo en la extenuante campaña electoral. La figura principal de este conglomerado es la futura vicepresidenta Dina Boluarte, quien habría tenido acercamientos con diversas personalidades en procura de avanzar con el proceso de transición. También podría incluirse en este grupo a Hernando Cevallos, congresista por el Frente Amplio entre el 2016 y 2019, y vocero de la candidatura en la segunda vuelta.
Con ciertas similitudes a Cevallos, puede ubicarse al siguiente grupo: profesionales de filiación o simpatías de izquierda, provenientes de Juntos por el Perú o de otras tiendas, que tienen en común el ser articulados y poder dotar de cierto sostén técnico a la naciente gestión presidencial. El economista Pedro Francke o el abogado Aníbal Torres podrían ser ubicados en este conglomerado.
También debe verse con atención el peso que adquiera el excandidato presidencial de Somos Perú y expresidente del Congreso, Daniel Salaverry, quien estuvo empujando un partido propio antes de iniciar su aventura electoral. Se sabe poco del capital humano que puede aportar Salaverry, pero su voluntarismo para tender puentes podría ser visto con buenos ojos por Castillo.
Finalmente, los integrantes de Perú Libre difícilmente dejen pasar la ocasión de ocupar diversos espacios. Con Vladimir Cerrón enfrentando apuros judiciales, otros nombres con escaño, como su hermano Waldemar (Junín), Guido Bellido (Cusco) o Alex Paredes (Arequipa), empezarán a ser presencias familiares en las presiones públicas y privadas que se den.
En breve, Castillo tendrá que enfrentar a una oposición dura, tanto en el Parlamento como fuera de él. Por ahora, el inexperto gobernante tendrá que enfocarse en dar algún cauce a las diversas tensiones internas que enfrente; lidiar con los dinámicos actores que buscan influir en quien –figurativamente y por mandato popular– empuña el cetro.
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