El entusiasta y conmovedor abrazo de Marisa Glave a Luz Salgado cuando se logró la paridad y alternancia en el disuelto Congreso, a finales de julio del 2019.(Foto Mario Zapata /GEC)
El entusiasta y conmovedor abrazo de Marisa Glave a Luz Salgado cuando se logró la paridad y alternancia en el disuelto Congreso, a finales de julio del 2019.(Foto Mario Zapata /GEC)
José Carlos Requena

La situación de vulnerabilidad y desigualdad en que viven las mujeres en las sociedades latinoamericanas ha hecho pensar que la lucha iniciada en varios ámbitos por variarla es un asunto exclusivamente femenino. Tampoco es una bandera que un sector político debiera monopolizar. Ambas miradas son erradas.

De hecho, cuando uno se adentra a la historia del largo proceso que se ha dado en el Perú por acercarse a la igualdad política, se ubican numerosos momentos en que las demandas llevadas a foros políticos por mujeres eran respaldadas por el accionar de colegas hombres.

Hace algunos meses, la abogada Violeta Bermúdez presentó una publicación de gran valor por su afán divulgador. Basado en su tesis de maestría en derecho constitucional, el libro “Género y poder. La igualdad política de las mujeres” (Palestra 2019) es una pieza de activismo sustentada en una sólida investigación. Como tal, logra el propósito de sensibilizar en un tema que tiene poderosos detractores, empezando por una sociedad en la que el machismo está muy asentado.

Luego de presentar la construcción de la igualdad política y la correlación de esta en el derecho internacional y el derecho constitucional comparado, Bermúdez sustenta su posición sobre la paridad, una medida “idónea, necesaria y compatible con el fin constitucional de alcanzar el principio-derecho de igualdad”.

Bermúdez hace un breve recorrido por los cinco hitos en el avance de la igualdad política de la mujer: el voto municipal (1933), la ciudadanía y –en consecuencia– el voto de la mujer (1955), la igualdad y el voto universal (1979), la cuota de género (1997) –hoy claramente insuficiente– y el reconocimiento constitucional de la representación de género (votada en el 2002, ratificada en el 2005).

Citando a Roisida Aguilar, Bermúdez recoge algunas de las afirmaciones de los opositores al voto de la mujer en elecciones municipales que grafican con precisión las posiciones. A un lado, constituyentes como Manuel J. Bustamante, quien creía que la mujer era “sugestionable y emotiva”, por lo que su voto “no sería independiente”; al otro, Víctor Andrés Belaunde, quien buscaba un voto irrestricto, que no podía ser concedido como un favor, una gracia o un privilegio.

Otra revelación importante del libro de Bermúdez es cómo la pluralidad ayuda a dar algunos pasos. En distintos pasajes del libro se nota cómo mujeres y hombres de improbables coincidencias en otros temas pueden terminar siendo vitales a la hora de lograr algunos votos. Martha Hildebrandt y Javier Diez Canseco, por ejemplo, defendiendo la cuota en 1997.

Una postal más reciente: el entusiasta y conmovedor abrazo de a y Alejandra Aramayo o el de Mercedes Araoz a Luz Salgado cuando se logró la paridad y alternancia, a finales de julio del 2019. No era algo inédito en la historia política peruana. Bueno recordarlo cuando las polarizaciones arrecian y cuando las numerosas trabas que se presentan hacen pensar que esta lucha compartida sea más desafiante.

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