El acuerdo de paz firmado ayer en Colombia, así como el referéndum que se realizará este domingo se convertirán en un nuevo punto de referencia para la política en la región, en muchos ámbitos que solo el tiempo permitirá observar con mayor claridad.
El acuerdo representa un paso adelante en el fortalecimiento de la democracia en América Latina. Un hecho no menor si consideramos la inestabilidad política que ha caracterizado hasta hace no mucho a la región y cuyos rezagos son visibles aún en Venezuela y en Brasil.
En este sentido, representa también la consolidación de una derecha progresista. Si el ex presidente de Uruguay José Mujica se convirtió en un referente de lo que los latinoamericanos esperan de un gobernante de izquierda, Juan Manuel Santos puede ser hoy el representante de esa derecha capaz de gobernar con sensibilidad y realismo políticos. Más importante aun, con el liderazgo necesario para asumir retos y riesgos bajo el convencimiento de que es la mejor decisión para su país.
Esta última sea tal vez una de las lecciones más importantes para el Perú en particular. Nos encontramos en un momento en el que, además del fujimorismo, el partido de gobierno, Peruanos por el Kambio, y el Frente Amplio se han convertido en las dos fuerzas políticas más importantes. Dos movimientos jóvenes que, aunque distanciados ideológicamente en lo económico, guardan coincidencias en otros campos igual de relevantes.
Lo mejor que le podría pasar al Perú de cara al bicentenario es que lleguemos al 2021 con al menos dos partidos políticos fortalecidos: uno de derecha progresista y uno de izquierda convencida de los beneficios de la economía de mercado. Ello nos permitiría alcanzar un nivel de estabilidad política, social y económica dentro de los márgenes razonables en los que se desarrolla una democracia.
Por su posición en el escenario político actual, Peruanos por el Kambio y el Frente Amplio son los llamados a asumir ese rol. Sin embargo, no necesariamente lo conseguirán. Los retos y riesgos para ambos saltan a la vista. En el caso de PPK, uno será la percepción que termine teniendo la población sobre su gestión. Desde el retorno a la democracia, ningún partido que llegó al gobierno ha conseguido que se reconozcan los logros de su gestión y mucho menos que la población mantenga una buena percepción de ellos. Uno segundo, la elección y construcción de un líder que tome la posta de Pedro Pablo Kuczynski.
Por su parte, si bien la izquierda ha conseguido a una lideresa con el potencial para posicionarse nuevamente, aún enfrenta el reto de consolidarse internamente y convencer(se) de que los valores democráticos no son relativos al modelo económico.
Para ambos movimientos, o para cualquier otro que pretenda asumir el reto de convertirse en una fuerza política democrática de largo plazo, la firma del acuerdo de paz en Colombia puede representar un mensaje de lo que la mayor parte de latinoamericanos esperan de sus políticos.
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Buscan derogar ley en que se basó sentencia que reduce sueldo ►https://t.co/2D0V5T42Lf pic.twitter.com/7gy7IlXjF2
— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 27 de septiembre de 2016