A tres semanas del día de la elección congresal, pareciera persistir una alta intención de votar en nulo o blanco. (Foto: AFP)
A tres semanas del día de la elección congresal, pareciera persistir una alta intención de votar en nulo o blanco. (Foto: AFP)
José Carlos Requena

En la práctica, el año electoral 2021 ya empezó. Los se terminan convirtiendo en unas primarias de primarias, que permiten ver qué fuerzas van posicionándose en cada partido. El desinterés de los liderazgos partidarios actuales en jugárselas al 100% por las curules del 2020 trasluce una actitud calculada para no arriesgar el capital político.

Por si fuera poco, el calendario político del 2020 es particularmente apretado. A los comicios de fines de enero les seguirán unos pocos días en que se terminarán de definir los nombres de quienes integren el . Luego vendrán la juramentación y la posterior instalación, en marzo.

Si se sigue el calendario regular, en julio tendrá que renovarse la Mesa Directiva. Hacia octubre, los funcionarios que quieran postular a las elecciones de abril del 2021 tendrán que renunciar a sus cargos. Las primarias, en tanto, estarán en plena ebullición y el proceso electoral tendrá que ser convocado. En 12 meses, el país estará en plena contienda electoral.

Por otro lado, es muy probable que las condiciones del proceso electoral actual se repitan en el 2021. El 2020 terminará siendo un ensayo del que deberían sacarse enseñanzas para poder enmendar aspectos que, en una contienda presidencial, serían altamente problemáticos.

Por ejemplo, el acendrado reglamentarismo presente en el Jurado Nacional de Elecciones () para excluir a cientos de candidatos del proceso del 2020 será una nube gris si se repite sin la menor evaluación en el 2021. Si bien en los casos de sentencias la rigurosidad puede entenderse, en otros referidos a rentas y propiedades se han dado muchísimas decisiones cuestionables que no solo limitan severamente el derecho de participación política y hasta manchan honras, sino que llevan al procedimiento casi al ridículo, desprestigiando la evaluación por parte del ente electoral.

Otro componente por tomar en cuenta es que, a tres semanas del día de elecciones, pareciera persistir una alta intención de votar en nulo o blanco. A diciembre del 2019, la cifra en conjunto superaba el 50% (El Comercio-Ipsos). La cifra no debe haberse movido mucho en estas semanas, marcadas por las celebraciones de fin de año. Los actores políticos y las autoridades electorales deberían tener eso en el radar para evitar similar desapego en el 2021.

Las elecciones del 2020, además, son las primeras en que el financiamiento de la actividad política tiene serias restricciones. Debe observarse cómo funcionan para identificar urgentes ajustes que se requieren para el 2021. Por ejemplo, ¿tendrá que revisarse si la franja electoral se mantendrá sin alteración?

Finalmente, la vacuidad del debate político observada en el 2020 debería ser despejada del 2021. Lamentablemente, entre un Ejecutivo que privilegia forma sobre fondo y una oposición que no sale del debate menudo, el panorama es poco alentador.

El año cronológico que comienza es en realidad un largo y premonitorio preámbulo de las elecciones generales del 2021. No tiene que esperarse hasta abril del próximo año

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